Benedicto XVI recluido en
un claustro
saludando a San Pedro con mi hijo Joaquín Aira. Roma |
Mauricio Aira
De los
acontecimientos romanos de las últimas semanas hay un rasgo que impresiona y
convoca a la reflexión. La decisión del Pontífice de dejar atrás la
magnificencia del Vaticano y elegir un oscuro rincón del mismo para destinar su
vida a la oración y la reflexión.
Si es
cierto que circuló al principio como un rumor la abdicación del Jefe de la
Iglesia, de pronto el anuncio con señalamiento de fecha y hora, sorprendió al
mundo entero y golpeó al ámbito comunicacional con estridencia. Cómo puede ser
posible, porqué, ¡qué hay detrás de este hecho!
Torbellino de
interpretaciones citando las profecías de Nostradamus y hasta de Malaquías
salen a luz y hasta el suave reproche de algún cardenal “de la Cruz no se baja”
aduciendo a la renuncia del Papa y su regreso al llano que a su vez replicaría “acepto
mi Cruz y sigo el camino” seguido de la
contundencia de “seguiré fiel a la Iglesia hasta el final de mis días”, sin
embargo escribimos aquí al menos cinco de los problemas pendientes que el nuevo
Pontífice tendrá que asumir. 1. Celibato sacerdotal, 2. Participación de la
mujer en el Gobierno de la Iglesia, 3. Homosexualidad, aborto, adopción de niños
por parejas de homosexuales, 4. Reorientación en las finanzas del Vaticano
dándole a los Obispos mayores atributos para prescindir de Roma en cuestiones
prácticas. 5. Reforzar la Unidad de los Obispos entregando al Papa la Autoridad
Institucional aunque con mayor autonomía episcopal.
Resultan siendo
los nombrados temas escabrosos que ni siquiera el próximo Pontífice que será
elegido dentro de pocas semanas podrá resolver totalmente y es que Benedicto
XVI con todo el vigor de su Pontificado de 8 años no pudo asumirlos, su tiempo
resultó insumido por la pederastia, las medidas hacia dentro, que robusteció a
una Grey tan grande como un mil cien millones de miembros en casi 200 países
que a su vez confrontan problemas específicos de los que llevó cuenta puntual. Su
enorme capacidad intelectual de escritor, teólogo y perito en materias muy
concretas, demandó su tiempo, se agotó y
en su confesión pública, vale decir el documento de su abdicación, reconoce que
le falta vigor, para responder en forma apropiada a la encomienda de sus
hermanos cardenales.
Estremece nuestra
confesa lealtad al Papa como hijos de la Iglesia Católica, nacidos, educados,
formados en ella a lo largo de toda nuestra vida, qué quiere Dios con el gesto
de este hombre extraordinario que con tanta claridad nos muestra que a la
Iglesia se la puede servir tanto desde la Vanguardia del Vaticano, como desde
el ostracismo y la pequeñez de un convento para no más de 10 personas, a la
sombra de la colosal Basílica de San Pedro.
Nos asiste
la seguridad que la Providencia nos ofrecerá una lección de Fe. La Iglesia como
institución fundada por Jesucristo saldrá
robustecida y que el nuevo Papa representará la Unión de todos los
católicos del mundo y que frente a las corrientes de incrédulos, materialistas,
inmorales y las sectas que propagan el error y la idolotría surgirá una Iglesia
robustecida y fuerte. Que el gesto de grandeza a la par que de humildad de
Benedicto XVI redundará en abundante cosecha espiritual.
(Saludos.
M.Aira)
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