Dentro de cinco días, el martes 24, Riberalta se vestirá de fiesta. Monseñor Eugenio Coter (Gazzaniga, Bérgamo, Italia, 11/07/1957) será ordenado obispo en una ceremonia solemne celebrada por el cardenal Julio Terrazas y concelebrada por monseñor Tito Solari, arzobispo de Cochabamba, y por monseñor Luis Casey, obispo cesante del Vicariato Apostólico de Pando. El nuevo vicario –monseñor Coter– llegó a Bolivia en calidad de misionero adscrito a la arquidiócesis de Cochabamba (1991) y un año después ejerció funciones parroquiales en Sacaba, Villa Tunari y Condebamba. Desarrolló labores administrativas y pastorales (1992-2012) hasta dirigir el Seminario San Luis, de Cochabamba. A partir de la próxima semana, se enfrenta a un nuevo reto.
Quien se jubila es monseñor Luis Casey (Potosí, Missouri, EEUU, 23/06/1935), a sus 77 años de edad, 45 de apostolado y 29 de obispo al servicio de Bolivia. Con la salud quebrantada por la diabetes y con el corazón herido por dos infartos, este obispo merece nuestro afecto y nuestra gratitud. Cuando llegó a Riberalta, le precedía la fama de su admirable obra pastoral en el altiplano boliviano. Aprendió español y aimara, fue cura párroco en Viacha, obispo auxiliar de La Paz, vicario de El Alto y presidente de Caritas/Bolivia, institución que dirigió con maestría, equidad y cordura.
Fiel a la doctrina de la Iglesia, monseñor Casey no se desentendió de la defensa de los derechos humanos en tiempos de dictaduras y en “tiempos de cambio”. A partir de 1984 se empeñó en construir una catedral en Riberalta, ciudad populosa de la provincia Vaca Díez (Beni).
Al comienzo, entregó la gestión de su proyecto a los laicos del vicariato, pero estos lo defraudaron. Los fondos de la Fundación Pro Catedral de Riberalta fueron expoliados y malversados dos veces. Ante este panorama desolador, monseñor Casey tomó las riendas del proyecto hasta dar por terminada la construcción de la bella catedral, fruto de sus desvelos.
A mí me conmovió su Informe sobre la construcción de la catedral de Riberalta: rindió cuentas hasta el último centavo. También edificó iglesias, capillas, colegios, complejos deportivos y unidades sanitarias en Pando y parte del Beni, pero su gran obra no es material ni económica. Nos lega una gran labor pastoral, de gran calado civilizador entre los indígenas de la región y entre la gente humilde –siringueros, campesinos y castañeros– que lo recordarán por siempre. Por todo esto, muchas gracias, monseñor Casey. // Madrid, 19/04/2013
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