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viernes, 6 de abril de 2007

Desde el Coliseo de Roma, el Via Crucis

Hermanos y hermanas:
La oscuridad de la noche ha calado sobre Roma
como acaeció aquella tarde sobre las casas y los huertos de Jerusalén.
También nosotros nos acercaremos ahora a los olivos de Getsemaní
y nos dispondremos a seguir los pasos de Jesús de Nazaret
durante las últimas horas de su vida terrena.
Será un viaje en el dolor, en la soledad, en la crueldad,
en el mal y en la muerte.

Pero también será un recorrido en la fe, en la esperanza y en el amor,
porque el sepulcro de la última etapa de nuestro camino
no quedará sellado para siempre.
Pasada la tiniebla,
con el alba de Pascua despuntará la luz de la alegría,
en medio del silencio resonará la palabra de vida,
a la muerte sucederá la gloria de la resurrección.

Oremos ahora
uniendo nuestras palabras
a las de una antigua voz del Oriente cristiano.

Señor Jesús,
concédenos las lágrimas que ahora no tenemos,
para lavar nuestros pecados.
Danos el valor de suplicar tu misericordia.
En el día de tu último juicio
arranca las páginas que enumeran nuestros pecados
y haz que desparezcan.

Señor Jesús,
también a nosotros nos repites, esta tarde,
las palabras que un día dijiste a Pedro:
« Sígueme ».

Obedeciendo a tu invitación
queremos seguirte, paso a paso,
por el camino de tu Pasión,
para aprender nosotros también
a pensar según Dios
y no según los hombres.
Amén.

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