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lunes, 13 de julio de 2009

valiente y clara la postura asumida en Honduras por su Cardenal frente a intrigas de la gente de Zelaya

El cardenal Óscar Andrés Rodríguez recibe a elmundo.es en una austera oficina a la que ha tenido que trasladarse por razones de seguridad y después de recibir amenazas de muerte tras el claro posicionamiento de la iglesia hondureña.

¿Cómo valora la reacción de la comunidad internacional?
- A la comunidad internacional le ha ocurrido lo mismo que dice el Salmo: “Tiene ojos y no ve, tiene oídos y no escucha, tiene lengua y no habla”.

Tristemente no han querido ver la realidad ni lo que aquí estaba pasando. Lo que pasa en Honduras no es solo lo que pasó la noche del 28 de junio, es algo que viene ocurriendo desde hace un año, cuando el ex presidente Zelaya apuesta por la Alba (Alianza Bolivariana para las Américas) y por un proyecto bien definido para cambiar la Constitución.

En los últimos días (antes del 28 de junio) hay una constante violación de leyes por parte del poder Ejecutivo. El presidente llega a asaltar con una turba la Fuerza Aérea, donde estaba el material para la consulta ilegal que pretendía hacer, resguardada por orden judicial.

¿El resto de países han sido injustos con Honduras?
- Somos un país pequeño e insignificante y da la sensación de que a los pobres se nos abandona a su suerte. Ya vivimos 20 años bajo regímenes dictatoriales y lo que se estaba preparando ahora era otra dictadura.

¿Fue un golpe de Estado?
- Yo diría que no. Porque si usted ve los pasos dados, son los previstos en la Constitución. Golpe hubiera sido si el jefe de Estado fuera un militar, si los ministros fueran militares y si se hubiera disuelto el Congreso o la Corte Suprema de Justicia.

Aquí, incluso algunos ministros del gobierno anterior siguen siendo ministros. Lo que hizo el Ejército fue cumplir una orden de un juez.

¿Pero no creo que la Constitución hable de sacarlo del país de noche y en pijama...?
- Ese es el punto más negativo de todo lo que ha pasado. Lo condeno absolutamente pero pensaron que en ninguna cárcel del país iba a ser posible garantizar su seguridad ni evitar su fuga.

¿Fue difícil para usted tomar partido?
- La Iglesia Católica tiene fieles entre los partidarios y los detractores de Zelaya y nuestra misión no es optar por una posición concreta, sino tratar de buscar la reconciliación y la paz y por eso me llaman ahora el Cardenal golpista.

No soy golpista y yo he trabajado más que muchos de los que ahora me llaman golpista para que aquí no hubiera golpes militares.

¿Su postura cuenta con el aval del Vaticano?
- La Santa Sede confía en obispos locales y suponiendo que me desautorizara la Santa Sede lo haría con los o­nce obispos de Honduras que firmaron el comunicado después de documentarnos y en conciencia.

El político puede que haga componendas pero el religioso no puede pactar cuando su conciencia le marca un camino.

¿Qué conclusiones pueden sacar las élites políticas y económicas del país después de lo sucedido?
- Todo esto es consecuencia de la injusticia social en la que se ha vivido. Zelaya infundó esperanza a las clases más pobres porque supo hacer cosas buenas y dio esperanza.

La misma clase política tiene que entender que las cosas no pueden seguir como hasta ahora y que si no se hace un esfuerzo para luchar contra la corrupción y las condiciones de pobreza se puede llegar a una situación que no queremos.

¿Cómo eran sus relaciones con Zelaya?
- Mire, el Presidente es mi amigo. ¡Incluso fue mi alumno! Hablábamos con mucha frecuencia y siempre ha tenido mucho respeto por mi persona pero desde agosto, cuando vino Chávez (y hasta atacó la memoria de un Cardenal), tuvo vergüenza de volver a llamarme.

Pero el 11 de junio teníamos reunión de la Conferencia Episcopal y el presidente Zelaya me pidió asistir.

Tuvimos una reunión donde tratamos de convencerlo de que quitara esa cláusula de la encuesta, porque no era en realidad una encuesta...

Me reprochó que en la homilía del sábado anterior yo le dijera: Presidente ¿por qué la prisa en cambiar la Constitución? Estuvimos con él tres horas y media y entendimos que había desistido, pero no fue así. "Ahora solo pedimos a Chávez nos deje en paz y que se dedique a gobernar con justicia"

El país parece estar más dividido que nunca. Es lo que más me duele. Ni en los tiempos de las guerras centroamericanas en Honduras hubo el odio de ahora, y es un odio de clases.

Y es algo que aparece de forma sistemática. “Mel” Zelaya tenía asesores y el odio de clases era la estrategia. Nosotros queremos la paz. Y el que dude que la quiero, el que por cumplir un deber de conciencia me llame golpista, está siendo injusto.

¿Qué pasa si Zelaya intenta volver?
- Faltan meses para que acabe este gobierno y me pregunto con quién gobernaría. Zelaya no tiene ya ni autoridad jurídica ni moral.

La jurídica la perdió porque violó las leyes y la moral con su discurso lleno de falsedades. Entonces, a qué va a volver un gobierno que fracasó.

Lo más patriótico sería retirarse, lo demás es tratar de imponer a toda costa el proyecto de Hugo Chávez. Y si eso sigue adelante nos prepararemos para la esclavitud.

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