Vistas de página en total

martes, 3 de julio de 2012

lamentable que SEEM sin comprender la realidad. busca apoyo sin crítica. sin argumento válido ataca a la Iglesia, hoy al padre Pérez por rezar con los amotinados. (LTD)


Nuevamente el Presidente del Estado ha atacado a la Iglesia Católica y, como en anteriores oportunidades, sin argumento sólido alguno sino su personal –no estatal– visión del mundo. Esta vez fueron los blancos de su ira el director de Radio Fides (por la misa que celebró en las instalaciones donde se amotinaron los policías, en la que los convocó a la paz y a desterrar la violencia como mecanismo de reclamación de demandas) y los sacerdotes y obispos que visitaron a los marchistas del Tipnis.
Se trata, una vez más, de una mala comprensión de la realidad. El Presidente divide a la gente entre quienes lo apoyan, que, en la jerga militar que ha sido rescatada por los principales voceros de este Gobierno, son los “buenos bolivianos” y los que disienten de él, que son los “malos bolivianos”, categoría a la que condena incluso a los que sin dejar de apoyarlo presentan alguna crítica a lo que creen que está mal.
Es decir, nuestros actuales conductores quieren un apoyo sin crítica alguna. Quisieran que todo lo que digan se cumpla sin chistar porque se autodefinen como representantes del pueblo, pueblo al que no dudan en agredir si sus expresiones sociales deciden pensar diferente. En el caso de la Iglesia Católica se llega a extremos porque su jerarquía no se ha alineado con su proyecto de poder (como no lo ha hecho, por lo demás, con ningún Gobierno). Y esta maniquea visión, hace que pierdan un significativo apoyo de parte de varios sacerdotes reconocidos que hoy –particularmente por su actuación desde diciembre de 2010 y, especialmente, con los pueblos originarios del oriente– sufren profunda frustración.
Es que, lamentablemente, el Presidente no tiene a su alrededor ningún niño que le diga la verdad de lo que está ocurriendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

invitación a comentar lo publicado. la única restricción está en un lenguaje pulcro, directo, sin insultos ni palabras soeces que dañen la dignidad