Benedicto XVI se marcha alegre, emocionado y agradecido. Y sorprendido. Pensó que venía a predicar en barbecho, en la laica y secularizada España del laicista Zapatero. Y se encontró con un país unido, con unas autoridades amables y serviciales, con un pueblo que lo agasajó y con una multitud bíblica de jóvenes que lo abrazaron con su aliento y bebieron, con avidez, todas las palabras del Papa al que vinieron a escuchar. El Papa de la letra.
Se va con la misión cumplida, sabiendo que la Iglesia, también en España, es joven y, por lo tanto, tiene futuro. Que, al menos por ahora, los nubarrones del relativismo y del hedonismo no pueden con la fe. Que la hemorragia de fieles es grande, pero puede taponarse. Con una Iglesia de rostro amable y seductor, que se acerque a las heridas de la gente. Con una Iglesia de rostro samaritano y entrañas de misericordia. Con la Iglesia de Jesús. Contento y satisfecho al escuchar, en boca del Rey nada menos, que las Jornadas han sido unos días "de éxito y repercusión mundial".
Tan contento se va el Papa que lo dijo explícitamente: "El Papa se ha sentido muy bien en España". Por muchas razones. Por los jóvenes, por el calor recibido, porque "España es una gran nación". Pero sobre todo, porque es una gran nación que "sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profunda religiosa y católica". Ésa fue la petición encarecida del Papa a la otrora reserva espiritual de Occidente.
Se va el Papa y deja España "contento y agradecido a todos, especialmente a Dios". Porque, a su edad, le dio fuerzas para aguantar el ritmo joven de estos días cargados de actos, emociones y discursos. Y, sobre todo, porque la JMJ de Madrid ha demostrado que puede convertirse, a partir de ahora y con unos pocos retoques, en un potente instrumento evangelizador. La JMJ "nos permite mirar hacia adelante con confianza". Lo reconoce el mismísimo Benedicto XVI.
José Manuel Vidal
Incluso dejó ganancias considerables....
ResponderEliminarDios los bendiga.
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