Creo en Dios y en su Iglesia
Mauricio Aira
En el ocaso de la vida cuando todo se decanta y puede uno ver como reflejado en un espejo su existencia misma descubre el valor de la Fe. Descubre la Providencia que va proveyendo en cada etapa lo suyo, desde el sitio elegido por el Plan de Dios para el nacimiento, los padres, la escuela de las primeras letras y como tomado de sus manos un recorrer por los anchos y por los angostos caminos de la vida.
Creo en Dios porque recibí la gracia frente a otros muchos incluyendo quizá algún miembro de la familia que no tienen fuerzas para creer. Que se resisten aceptar la Voluntad divina que se va manifestando en todos los actos. La vocación, la elección de la pareja, el nacimiento de los hijos como una obra de sucesión maravillosa que no se entiende hasta verse uno rodeado de muchos nietos y de bisnietos de un entorno familiar que resulta siendo la mayor de las bendiciones.
Creo en Dios y en su Iglesia a pesar de todas las pruebas y de las injusticias y de las maldades padecidas. Exámenes para medir la profundidad de la Fe. Injusticias que a uno le dejan pasmado, la prisión, el exilio, el ostracismo y luego el padecimiento de los hijos, porqué Señor, porqué tuvo que ser agredida una de mis hijas muy querida por un malhechor que estuvo a punto de quitarle la vida, pero entonces tu Providencia mandó un “ángel de la guarda” que le socorrió como el buen samaritano, llamó la ambulancia y la policía y sólo se hubo ido, cuando comprobó que la víctima estaba en buenas manos de médicos y enfermeras que le practicaron intervenciones y cuidados intensivos. O sea de aquel hecho delictuoso recuperaste la vida para que nuestro dolor no fuese tan intenso y profundo.
Las maldades que van desde quitarte tus derechos más elementales, la libertad, el trabajo, los bienes que uno posee para enfrentar con holgura a las necesidades. La maldad de quitarme a mis padres sin lógica alguna no obstante permitirme la reconstrucción de la historia de familia 70 años después y recuperar la memoria genealógica retazo por retazo. El cumplimiento de lo anunciado por Jeremías 20.70, “los visitaré y cumpliré la promesa de hacerlos volver a la Patria” y de la proclama de Juan XXIII “Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de la comunidad política de la cual es ciudadano. Nuestro Señor en su niñez también fue un refugiado obligado a huir del odio que se había desatado y de la persecución que el tirano Herodes había impuesto Jesús y su familia tuvieron que abandonar Judea y refugiarse en un país extraño hasta que el tirano hubo muerto. El hombre no debe ser privado del derecho fundamental de vivir y de respirar en la Patria que lo vio nacer, allí donde conserva los más entrañables recuerdos de la infancia, la tumba de sus antepasados, la cultura que le confiere identidad espiritual, las tradiciones que le dan alegría de vivir y el conjunto de relaciones humanas que lo sostienen y protegen. Juan Pablo II. Roma 31.01.1982.
Cadena de padecimientos y privaciones que solo la Fe ayuda a olvidar, a perdonar, a remontar y seguir en la senda del bien y de la construcción humana. Creo en Dios porque tengo la capacidad y la forma de comunicar. No quedan en los recodos de la memoria sólo para uno mismo los hechos sobresalientes del testimonio de vida que prosigue cada día. Creo en Dios porque puedo cantar sus alabanzas bendecir la pila bautismal en que me concedió su amistad para siempre, bendecir a los sacerdotes que con abnegación, alegría y sabiduría me enseñaron el catecismo, me administraron los sacramentos, me infundieron el orgullo cristiano de pertenecer a esa privilegiada grey de ver en todos los actos su Providencia Divina, siendo niño, siendo adolescente, adulto, padre y abuelo. Aquí y allí en todo sitio donde pude celebrar el Jueves del Sacerdocio, el Viernes de la Pasión y el Domingo del Resucitado que nos confirma en la Fe. Creo en su Iglesia portento divino que perdura a través de los siglos, Milagro viviente de su Providencia que acompaña al cristiano desde el bautismo hasta la extrema unción.
Creo en Dios porque puedo decir gracias a mis padres, a mis maestros, a mis amigos, pero también a mis enemigos si acaso los tengo. Es la gratitud más profunda y sentida porque se inspira en la vida de la Gracia que solo la Fe puede otorgar. Gracias por la Fe. Gracias por el don de creer en Dios.
Viernes Santo del 2011 en Gotemburgo, Suecia
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