El verano es también un tiempo propicio paracontemplar las maravillas de Dios sobre la Tierra. Ver con ojos reposados el mar o contemplar las montañas y los campos puede llevarnos a reconocer a Dios presente en todo. Pero casi nadie nos tomamos la molestia de querer descubrir en las cosas de cada día la mano creadora y salvadora de Dios. Y es que el hacer de Dios en bien de los hombres suele ser siempre a partir de actuaciones no sobresalientes, nuestra vida es débil, somos, decimos a veces, bien poca cosa y Dios actúa en nuestra misma pequeñez.
Como un buen Padre nos protege, nos da su amor, y en su actuar no suele ser un salirse de lo ordinario. Prefiere que descubramos su amor, no por las grandes gestas sino por las obras repetidas, constantes y copiosas que llenan nuestra vida. El día a día de la mayoría de personas está repleto de “pequeños” milagros que ni tan siquiera solemos captar, por eso nuestro corazón al llegar al fin de la jornada, entona con dificultad la acción de gracias.
Pero Dios también hace grandes obras a favor de los hombres, obras que superan lo ordinario, Dios nos da ricas cosechas de pequeños granos, alimenta a muchos con pocos panes, pero siempre mueve el corazón de los hombres para hacer verdad el bien que desea ofrecernos. Dios hace crecer hierba en los montes y da su alimento a quienes le buscan con sinceridad. Texto: Hna. Carmen Solé.
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