Mi paisano, amigo y colega Harold Olmos atinó al escribir, con la profesionalidad que le caracteriza, un artículo brillante titulado Francisco y Julio (EL DEBER, 29.06.2015), nueve días antes de la llegada del papa Francisco a nuestro país, procedente de Ecuador. Fue el único columnista boliviano que se acordó del cardenal enfermo, internado en la clínica Incor, de Santa Cruz de la Sierra. Harold visitó al cardenal, postrado en cama y bajo vigilancia médica. Sus múltiples dolencias le impidieron acompañar, en calidad de anfitrión, a su amigo, el papa Francisco. El equipo médico del cardenal prescribió reposo absoluto. La excepción de la regla fue una brevísima escapada –el viernes 10, al mediodía– a la parroquia de La Santa Cruz, para asistir al cónclave con el papa Francisco y los obispos de Bolivia. Antes, el jueves 9, el papa lo visitó en la clínica. “Mira dónde vengo a verte”, le dijo el papa, según Olmos. Y el cardenal le contestó que, a través de la tele, estaba pendiente de tan egregia visita.
Entre Jorge Bergoglio y Julio Terrazas puede trazarse un parangón, al modo de las Vidas paralelas, de Plutarco. Ambos son sudamericanos, ambos nacieron el mismo año, 1936; ambos pertenecen a familias numerosas y ambos fueron proclamados cardenales en 2001 por el mismo papa Juan Pablo II. Quizás difieran en las formas de vivir y predicar el Evangelio: uno es redentorista (Congregación del Santísimo Redentor), el otro es jesuita (Compañía de Jesús); uno es más humilde y callado, el otro es más canchero y polémico; uno es más sufrido y reflexivo como Paulo VI, el otro más campechano y sociable como Juan XXIII; uno sigue al teólogo Henri de Lubac, me parece; el otro, a Urs von Balthasar, quizá.
La salud precaria del cardenal Terrazas me conduce a otro jesuita notable: Teilhard de Chardin. El autor de El fenómeno humano pronunció, el 1 de abril de 1933, una conferencia titulada La significación y el valor constructivo del sufrimiento (v. La energía humana. Madrid, Taurus Ediciones, 1963). Dijo, entonces: “La resignación cristiana es, justamente, lo contrario de la capitulación. Pero una vez asegurada esta parte de resistencia al mal, el enfermo debe comprender que, en la medida en que está enfermo, tiene una función especial que cumplir, en la cual nadie puede remplazarle: la de cooperar a la transformación (podríamos decir a la conversión) del sufrimiento humano (en energía)”. “Toda la cuestión es liberarla”, dice Teilhard. Creo que en esa lucha está nuestro cardenal, el gran ausente de la fiesta que vivió Bolivia con la visita de Francisco. ¿Pero estuvo realmente ausente? // Madrid, 17.07.2015.
Nada sucede sin la venia del Señor. Todo encaja en su Divina Providencia, por lo que abandonarse en sus brazos y repetir la oración de cada dia "Hágase tu Voluntad..." es la forma más sabia y más humana de aceptar la vida con sus grandezas y sus miserias.
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