¿Cómo explicar que una entrevista al Papa Francisco, realizada por Antonio Spadaro sj director de la revista jesuítica de Roma La civilttà católica, sobre temas de Iglesia haya tenido tanta cobertura y resonancia internacional en los medios de comunicación? ¿Acaso interesan a la sociedad de hoy las cuestiones eclesiásticas? Personalmente opino que este gran interés suscitado se debe principalmente a dos motivos.
El primero, porque a través de esta larga entrevista se dibuja una imagen de Iglesia a la que los miembros de la Iglesia y los de la sociedad civil no estábamos acostumbrados. Francisco se define ante todo como un pecador que ha sido llamado por Dios misericordiosamente para una misión eclesial. Reconoce que su gobierno como superior de la Compañía de Jesús fue autoritario y brusco, aunque él nunca fue de derechas. Dice que la Iglesia ha de tener ante todo la capacidad de sanar heridas, ser como un hospital de campaña después de una batalla que cura ante todo emergencias. Una Iglesia que no se centre obsesivamente en temas morales, como el aborto, el matrimonio homosexual y los anticonceptivos, sino que prioritariamente anuncie lo esencial del evangelio: que Jesucristo nos ha salvado, que caliente el corazón antes de exigir deberes.
Una Iglesia de ministros misericordiosos, que sean verdaderos pastores y no clérigos de despacho, que no solo acojan al que viene sino que busquen nuevos caminos, que no hagan de la confesión una tortura sino un lugar de misericordia. Una Iglesia ante todo Pueblo de Dios, que viva en continuo diálogo y discernimiento, relea el evangelio desde la cultura de hoy siguiendo el concilio Vaticano II, que sea contemplativa y encuentre a Dios en el hoy concreto, en el camino, en la vida real de cada persona, una Iglesia que no sea restauracionista, ni legalista, ni busque seguridades, que sepa caminar a tientas; que profundice en la dignidad de la mujer, que aprecie la santidad cotidiana del pueblo, que no sea simplemente optimista sino que tenga esperanza en las promesas de un Dios que no engaña.
Pero en segundo lugar, el gran eco de esta entrevista se debe a que, aunque trate directamente de temas eclesiales, indirectamente ofrece una serie de valores importantes para la sociedad y sus gobernantes: evitar el autoritarismo, descentralizar el gobierno, consultar, discernir, dialogar, no precipitarse en las decisiones, escuchar al pueblo y en concreto a los pobres, centrarse en lo esencial, aspirar a la utopía pero concretarse en lo pequeño y cotidiano de cada día, saber caminar todos unidos en medio de las diferencias, respetar a las personas, no teorizar desde el laboratorio sino experimentar la realidad y la pobreza del pueblo, ir a las fronteras sin llevar las fronteras a casa. No tener una visión monolítica que no respete la diversidad y sus matices culturales, sino ser creativos desde lo concreto, tener esperanza.
La entrevista es mucho más larga y aborda más temas de los aquí presentados de forma muy resumida. Habría que leer esta entrevista en su totalidad para poder captar la novedad que en ella aflora, tanto para la Iglesia como para la sociedad: un aire fresco y un perfume que, para los cristianos, tiene olor de evangelio. El impacto mundial de esta entrevista no es fruto de simple sensacionalismo. Es que no estábamos acostumbrados a un lenguaje tan profundo, tan nuevo, tan sincero, tan humano.
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