Hoy cumple el Papa 82 años. Bien llevados. ¡Felicidades, Santidad! Un cumpleaños entre cruces. Como si los ecos de la pasión no se hubiesen apagado en su pontificado. No era fácil suceder al Papa Magno y Benedicto XVi lo está experimentando en carne propia. Con tres cruces principales.
La primera es precisamente las cruz de esa perenne comparación con Juan Pablo II. Comparación consciente o inconsciente. La estatua del gigante carismático proyecta sombra sobre su sucesor, se quiera o no se quiera ver. Por mucho que el Papa Ratzinger, precisamente parea diferenciarse, huya de la "personalización". Le gustaría desaparecer detrás de su función. Pero eso entraña, de entrada, una desvalorización en términos de imagen.
La segunda cruz es la de la comunicación. Tampoco en esto es fácil para Benedicto ser el sucesor del gran comunicador, de la estrella mediática que era Wojtyla. Le encantaban los medios, daba bien en ellos. Los entendía. Y les sacaba partido. Y su carisma madiático tapaba sus errores y sus defectos. Los medios le perdonaban todo. Les daba mucho y, a cambio, le perdonaban todo. Un do ut des como Dios manda.
Y la tercera cruz de Benedicto es la interna: una Curia romana dividida. Con corrienets y "partidos". Y en el punto de mira su número dos, el cardenal Bertone, al que muchos le reprochan su falta de tacto diplomático. En definitiva, un Papa intelectual, que escapa de los problemas de gobierno, y un primer ministro con poca experiencia diplomática. Y una tarea inconmensurable para una sola persona.
Es hora de repensar el papado. Y recuperar quizás, con todas sus funciones, el Sínodo de obispos. Para que el peso del cargo no aplaste a Su Santidad.
Y para que pueda "recentrar" la barca de Pedro. Que ya lleva muchos años demasiado escorada hacia un lado. Hacia la derecha. Está claro que toda institución tiende a obedecer al síndrome de la rigidez y a "perseverar en su ser". Su tendencia natural consiste en oponer su propia inmovilidad al movimiento y optar por la conservación frente al progreso y por el orden frente a la libertad. El Papa lo sabe. Y puede comenzar la reorientación. Y facilitar, así, la tarea de su sucesor. Por el bien de la Iglesia.
José Manuel Vidal
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