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jueves, 20 de noviembre de 2008

son cada vez más frecuentes los ataques a la Iglesia Católica en Bolivia que provienen del gobierno del MAS y más virulentos e injustos. veamos:


Perdí a mi madre a los tres años de edad. Cuando bordeaba los seis o los siete mi padre que debía viajar a menudo fuera de Potosí, solía dejarme interno con las monjas del Hospicio, (Congregación de las Hijas de Santa Ana) que me enseñaron a rezar, a cantar, a convivir con otros niños pobres y minusválidos, "los cieguitos de San Roque" de quienes aprendí el quechua que jamás lo he olvidado a pesar de mis largas ausencias de la Patria y el redoble del tambor, las tonadas populares los guayños y taquiraris.

Al morir mi progenitor fui internado en el colegio Don Bosco de Sucre donde permanecí seis hermosos años profundizando mi fe religiosa que me serviría tanto para el trabajo que me esperaba junto a los misioneros Oblatos de María Inmaculada en Radio Pío XII de Siglo XX y en general para el ejercicio del periodismo. Mi ya larga existencia próxima a los 70, ha transcurrido pegada a las instituciones de nuestra Madre la Santa Iglesia a la cual todos los cristianos prometemos fidelidad y obediencia el día de nuestro bautismo.

La introducción personalizada contra mi costumbre profesional, explica el dolor profundo que experimento cuando se ataca a la Iglesia, a sus pastores, y se pone en duda el enorme aporte de su contribución incluso material para el nacimiento y conservación de la República. ¿Quién no conoce al menos un sacerdote ligado a la vida personal de cada uno de los bolivianos, que sea un testimonio de la Fe, del Amor, de la Solidaridad con el prójimo sin otro interés que el respeto por nuestras personas? ¡Hacia donde miremos están los testimonios del Amor de Dios que se expresa en el trabajo de sus discípulos que no son sólo los obispos y sacerdotes, sino los cristianos que viven una vida normal, silenciosa, recogidos en la oración y el cumplimiento de sus deberes, que hacen de los Mandamientos su guía y su norma!

De allí que los insultos, las blasfemias e imprecaciones, las ofensas que se profieren al Cardenal Terrazas a quién me precio de conocer desde cuando concurrió delegado por Vallegrande al Segundo Congreso Nacional de Estudiantes de Secundaria (1955) que tuvo lugar precisamente en aquella hospitalaria ciudad de grata recordación, a los Obispos y sacerdotes, a la Iglesia. Ofensas proferidas a veces en tono sarcástico por el mismísimo Jefe de Gobierno, para quien al parecer nadie merece respeto ni consideración, por ministros de estado, voceros, y ahora también por el Prefecto que ocupa accidentalmente el cargo.

De todos los ataques el que más duele proviene de un ex sacerdote, nada menos que de la virtuosísima orden de San Ignacio de Loyola, apóstata de su fe y de su ministerio que por congraciarse con quienes le dispensaron el cargo que ostenta no duda en sumarse al coro de quienes van poniendo en entredicho el accionar de la Iglesia en la historia de Bolivia y están molestos porque como antes, hoy mismo, la Iglesia como lo hiciera Juan el Bautista con Herodes les descubre sus dobleces, y los desenmascara ante el pueblo y más tarde lo seguirá haciendo porque "los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" en cumplimiento de aquella promesa "estaré con ustedes hasta la consumación de los siglos" y la palabra divina empeñada a Pedro "todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo... y todo lo que desates, será desatado" que nos muestran con la claridad del sol que la Iglesia es la misma de ayer, de hoy y de mañana. Duele y ofende el menosprecio que se tiene por el rol de la Iglesia católica, el afán de descalificarla y reducirla, tratando de restar importancia y trascendencia a su accionar dentro y fuera de Bolivia, esta vez por el informe prestado al Santo Padre en la visita ad-límina que realizan a Roma los obispos de todo el mundo cada cinco años, para reunirse con el Pastor y pasar revista a su trabajo apostólico.

Esperaban quizá que se les echara flores, se disimulara la pésima administración que viene realizando el equipo de gobierno, olvidando sus promesas electorales y envanecido de poder, a título de un cambio que no se puede ver y que se está traduciendo en el recorte de las libertades, la inseguridad ciudadana, la pérdida de la institucionalidad de la Justicia.

La Iglesia no puede mentir, menos aún sentir temor frente a la verdad, de modo que sí los que detentan el poder, bien pueden contar con que jamás la tendrán de cómplice de sus traiciones al pueblo, de socapadora de sus atrocidades, de silenciar su voz de denuncia y de prevención. Por lo demás, los ejemplos históricos de lo sucedido con caudillos, líderes, tiranos que quisieron acallarla nos muestra su derrota, la de Napoleón, de Hitler, de Perón todos sepultados por el olvido y la ignominia no obstante el colosal esfuerzo por cambiar el curso de los hechos que sus seguidores trataron de obtener mientras que el catolicismo sigue su marcha.

Estemos entonces preparados para nuevos atropellos, cada vez más furibundos e irracionales contra la Iglesia Nuestra Madre, que terminará por acoger en su seno a todos sus hijos, perdonando a los que la ofenden y brindándole su protección a los que perseveran. (publicado en L.Tiempos de CB)

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