Ha querido el destino que el papa Francisco celebre un año de pontificado en medio de graves convulsiones en Ucrania y en Venezuela; con una guerra civil en Siria que no da tregua; un Brasil que parece estar a punto de estallar de nuevo; con una "Primavera Árabe" que no sale del invierno totalitario y que está muy lejos de la democracia y con Europa, donde no se marchita la crisis y florecen los nacionalismos que ponen en peligro la tranquilidad de quienes creían haber alcanzado el camino de la prosperidad infinita.
Como buen jesuita, el papa Francisco es un excelente político que ha dado el mejor ejemplo de liderazgo que se puede ofrecer en tiempos difíciles, cuando las multitudes rabiosas, cansadas de esperar y agotadas por tantos abusos cometidos por tiranos y dictadores disfrazados de demócratas vienen cometiendo en pleno siglo XXI, en plena era del conocimiento, de las ideas y la comunicación.
La primera lección que le ha dado el Papa al mundo es la desmitificación de los líderes; todos son humanos y pecadores, no existen dioses sobre la tierra y tampoco mesías capaces de solucionar los problemas colectivos con una varita mágica. Este mensaje es altamente significativo, cuando siglos después del absolutismo monárquico, todavía siguen erigiéndose caudillos que son objeto de culto y a quienes se les otorga poderes especiales para hacer y deshacer de los Estados, pasar por encima de las leyes y de la gente que disiente de sus ideas, encaramados sobre las montoneras irracionales que no hacen más que perpetuar los esquemas de inequidad e injusticia.
La segunda lección es la auteridad. La Política no es para enriquecerse, es para servir, es para solucionar problemas básicos que todavía afectan a grandes porciones de la humanidad y de nuestros países. El Papa le ha mostrado al mundo los nuevos marginados por los que hay que trabajar, los nuevos desafíos para quienes tienen la responsabilidad de actuar y utilizar todos los medios a disposición y ponerlos al servicio de la gente. El liderazgo no es para derrochar, es para sacarle provecho a favor del bien común. Francisco ha mostrado que un líder, una institución, un Estado y un político que no está cerca de la gente para servirla, no sirve para nada y que está muy cercano a la muerte, como está ocurriendo con falsos regímenes populares que son usados como una excusa para beneficiar a nuevas élites tan excluyentes y saqueadoras como las del pasado.
Por último, el papa Francisco ha sido el mejor abanderado de la inclusión y la tolerancia. Nadie como él había demostrado tanta predisposición al diálogo, al encuentro, a la concertación. El Pontífice ha mostrado cómo se pueden curar las viejas heridas con "eternos enemigos" y avanzar en el entendimiento. Siglos de separación y de resentimiento, con los ortodoxos, con los judíos, con los protestantes y los musulmanes, han comenzado a convertirse en el camino de la unidad en solo un año de trabajo. En otras palabras, el Papa le ha enseñado al mundo que se puede hacer liderazgo y política sin dividir; que se puede reinar sin incentivar al odio; que se puede construir en vez de destruir.
Como buen jesuita, el papa Francisco es un excelente político que ha dado el mejor ejemplo de liderazgo que se puede ofrecer en tiempos difíciles, cuando las multitudes rabiosas, cansadas de esperar y agotadas por tantos abusos cometidos por tiranos y dictadores disfrazados de demócratas vienen cometiendo en pleno siglo XXI, en plena era del conocimiento, de las ideas y la comunicación.
La primera lección que le ha dado el Papa al mundo es la desmitificación de los líderes; todos son humanos y pecadores, no existen dioses sobre la tierra y tampoco mesías capaces de solucionar los problemas colectivos con una varita mágica. Este mensaje es altamente significativo, cuando siglos después del absolutismo monárquico, todavía siguen erigiéndose caudillos que son objeto de culto y a quienes se les otorga poderes especiales para hacer y deshacer de los Estados, pasar por encima de las leyes y de la gente que disiente de sus ideas, encaramados sobre las montoneras irracionales que no hacen más que perpetuar los esquemas de inequidad e injusticia.
La segunda lección es la auteridad. La Política no es para enriquecerse, es para servir, es para solucionar problemas básicos que todavía afectan a grandes porciones de la humanidad y de nuestros países. El Papa le ha mostrado al mundo los nuevos marginados por los que hay que trabajar, los nuevos desafíos para quienes tienen la responsabilidad de actuar y utilizar todos los medios a disposición y ponerlos al servicio de la gente. El liderazgo no es para derrochar, es para sacarle provecho a favor del bien común. Francisco ha mostrado que un líder, una institución, un Estado y un político que no está cerca de la gente para servirla, no sirve para nada y que está muy cercano a la muerte, como está ocurriendo con falsos regímenes populares que son usados como una excusa para beneficiar a nuevas élites tan excluyentes y saqueadoras como las del pasado.
Por último, el papa Francisco ha sido el mejor abanderado de la inclusión y la tolerancia. Nadie como él había demostrado tanta predisposición al diálogo, al encuentro, a la concertación. El Pontífice ha mostrado cómo se pueden curar las viejas heridas con "eternos enemigos" y avanzar en el entendimiento. Siglos de separación y de resentimiento, con los ortodoxos, con los judíos, con los protestantes y los musulmanes, han comenzado a convertirse en el camino de la unidad en solo un año de trabajo. En otras palabras, el Papa le ha enseñado al mundo que se puede hacer liderazgo y política sin dividir; que se puede reinar sin incentivar al odio; que se puede construir en vez de destruir.
Como buen jesuita, el papa Francisco es un excelente político que ha dado el mejor ejemplo de liderazgo que se puede ofrecer en tiempos difíciles, cuando las multitudes rabiosas, cansadas de esperar y agotadas por tantos abusos cometidos por tiranos y dictadores disfrazados de demócratas vienen cometiendo en pleno siglo XXI, en plena era del conocimiento, de las ideas y la comunicación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
invitación a comentar lo publicado. la única restricción está en un lenguaje pulcro, directo, sin insultos ni palabras soeces que dañen la dignidad