Francisco acaba de cumplir un año al frente de la Iglesia católica. El primer papa latinoamericano, el primero perteneciente a la Compañía de Jesús y el primero nacido en la vecina República Argentina, sin duda ha batido todos los récords imaginables. Principalmente le ha regalado al catolicismo un aire de cambio fundamental para encarar una profunda reforma de sus estructuras de cara a los desafíos de la modernidad.
En este cometido, Francisco ha planteado una serie de cambios para transformar la Iglesia católica, anquilosada en cierto dogmatismo y afectada por la corrupción y la pederastia, en una comunidad con un rostro más humilde, una Iglesia pobre para los pobres. El reto no es menor para una institución que congrega a más de 1.200 millones de personas y que arrastra los problemas de una excesiva centralización y un verticalismo en el ejercicio religioso. Justamente, Francisco logró conquistar al mundo desde el primer instante en que asumió el mando de los católicos aquel 13 de marzo de 2013 por su visión horizontal de ejercicio del poder, por su sencillez y por su humildad a la hora de hablar con la gente.
El fortalecimiento de la lucha contra los sacerdotes pederastas, la institucionalización del Banco del Vaticano y el impulso a una reforma de la Constitución vaticana muestran con claridad su voluntad de avanzar en este proceso de cambio. También fueron importantes las señales de Francisco para reconocer a las personas que tienen opciones sexuales diferentes, como los homosexuales; la necesidad de comprender y ayudar a las mujeres que optan por la interrupción de los embarazos no queridos; y una nueva visión sobre los anticonceptivos.
Sin embargo, sus desafíos no son menores. Especialmente, por las resistencias de sectores ultraconservadores que aún tienen un enorme arraigo en el Vaticano. Francisco ha focalizado su acción pastoral en resaltar la vulnerabilidad y la exclusión social que sufren los jóvenes, los ancianos y los inmigrantes, víctimas de una sociedad marcada por el consumismo y el individualismo a ultranza que deshumaniza al hombre de hoy.
Finalmente, Francisco es un gran comunicador. Su mensaje se ha difundido no solo a través de los medios tradicionales, sino también en las redes sociales de internet, como Twitter, donde tiene 12 millones de seguidores. Francisco es una gran noticia no solo para la Iglesia católica, sino para el mundo. Ojalá pueda profundizar su programa de cambio y mantenga en alto su voz contra la deshumanización.
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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