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lunes, 22 de octubre de 2012

"sólo faltaba un brindis..." el de Gastón Cornejo para Gregorio Iriarte. aprendí de "mi cura socialista" confiesa y la emoción que vivió al darle el último adiós en la Catedral.


Previus:  Lo que Gastón no menciona y que personalmente me consterna. Gregorio descansa en el cementerio, en la zona de los notables, muy cerca de Barrientos. Allí igualados por la muerte el perseguidor y el perseguido. La víctima y quién lo expulsara de Bolivia. Porqué? porque había cometido el delito de "dar posada al peregrino" Federico Escóbar tocó las puertas de la Iglesia en Siglo XX y las puertas fueron abiertas por Gregorio "por proteger al perseguido" Escóbar "machu moreno" atrabiliario y torpe, mandamás y autoritario, tuvo la humildad de pedir ayuda a un ministro de Dios. "qué hacer padre" salir de Siglo XX y por la carretera y con papeles falsos. Así salvó talvez la vida el mayor "enemigo de los militares y del Plan Triangular"...en todo caso, ahí están los restos humanos de ambos. El militar calcinado por el fuego de Arque, del cura terminado por los males humanos, pero "en olor de santidad" como dijo Ramón el cronista.



Al Rdo. Gregorio Iriarte, mi “cura socialista” como le llamaba cariñosamente en la intimidad, le conocí en el Directorio de COBOCE. Trabajamos juntos varios años en favor de la empresa del cemento, urgiendo acciones para el bien social.

Gracias a Gregorio fui invitado por el presidente Morales para ser candidato a senador por Cochabamba. Él conocía mis principios socialistas y, en ese entonces, 2005, como ahora, se trataba de trabajar por un cambio democrático de connotada ideologización cristiana y sobre todo “humanista”, así estaba inscrito en su mente y en su corazón de religioso de la liberación, la iglesia de los pobres, junto a Lefebre, Espinal, Romero, Leonardo Boff, Frei Betto, José Comblin, Wilson Woots y tantos renovadores del mensaje de Cristo. Falleció santamente.

Por eso fue tan significativa la homilía en su honor, la de su hermosa misa de cuerpo presente en la Catedral. Monseñor Sainz habló sobre el mandamiento evangélico: “Un último mandamiento os dejo, dijo Jesucristo, que os améis los unos a los otros”. Gregorio agregaba en contexto: “Y que os améis a vosotros mismos”. Luego la afirmación: “Dios no juzga, ama a la humanidad entera, a su creación, el universo, la Madre Tierra, la realidad compleja creada a su semejanza. Dios en la interioridad del alma y no en las nubes. ¡Qué mensaje extraordinario! 

Cuando inicié mi labor parlamentaria, me previno: “Ten cuidado con el cooperativismo minero, es totalmente ajeno al espíritu proletario”. Y qué decir de los colonizadores cocaleros que invaden el TIPNIS. Era un gran crítico de la falsa democracia, irrespetuosa de las máximas de Montesquieu sobre la independencia de poderes, hoy conculcada gravemente.

Más tarde leí que el 24 de junio de 1967, bendijo en la morgue los cadáveres de los mineros masacrados y denunció con severidad a los responsables del genocidio en la Noche de San Juan, cuando el gobierno militar de René Barrientos Ortuño ordenó el crimen utilizando conscriptos contra sus propios padres.

Leí sus libros académicos sobre la Realidad Nacional, instrumento de vergüenza para los responsables políticos de un país atrasado en derechos civiles, salud, educación, seguridad social, vivienda, libertad de palabra. Las cifras actualizadas con honestidad y frialdad científica presentadas anualmente en los libros de Gregorio son un revés a los que abusan del poder político.

En la intimidad de su domicilio oblato, en la calle Mayor Rocha, rodeado de textos y apuntes, estampas de imágenes santas, siempre presto a escribir en su antigua computadora, recibía mi visita con extrema amabilidad y sonrisa afable, la voz quebrada de gratitud y el cerebro abierto al debate profundo. Yo veía en él la imagen rediviva de Cristo el mensajero de amor, y lo amaba ciertamente. 

En el ámbito sagrado de la Catedral, la atmósfera vibrante de sentimiento, detrás del féretro de mi santo, observé con afecto a muchos religiosos respetables despidiendo el cuerpo de Gregorio antes de su ingreso al Paraíso, recibido por los ángeles del cielo. Luego de muchísimos años, identifiqué entre los sacerdotes a otro gran amigo americano, y por asociación evoqué la bella mirada del padre Carlos Lozada en su retiro de invierno, a Alejandro Gasset del Pio X, a los jóvenes de la OCSA, a Antonio y Luis Diez del Pozo, otros mensajeros de amor. ¡Benditos sean todos ellos!

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