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martes, 19 de julio de 2011

Madrid será sede de la Jornada Mundial de la Juventud presidida por Benedicto XVI que peregrinará de Roma a España. Oraciones por que vibren las notas del Evangelio en el corazón de tantos jóvenes

Dentro de unas semanas Benedicto XVI visitará, una vez más, España. La Jornada mundial de la juventud, está movilizando a diócesis y movimientos, a cristianos de base y a la jerarquía eclesiástica, que de diversas maneras se preparan para recibir al Papa, y es de desear, para celebrar la fe que anima a unos y a otros. Los protagonistas serán los jóvenes, y éstos están recibiendo diversas propuestas de actividades para conseguir que el encuentro sea masivo y que haya una manifestación multitudinaria de fe, para que se vea que España es Católica y que está con el Papa.
Hoy quisiera, con motivo de esta visita y acontecimiento, formular mis deseos, y si se me permite, hacer una oración en voz alta, para que el encuentro no se quede en una gran movilización o en fuegos de artificio, sino para que deje huella en la Iglesia del País y en los jóvenes que se han convocado y que se disponen a participar.
Quisiera que la pasión por el Reino de Jesús sea lo que se contagie en el encuentro, y que el Espíritu del Maestro y del amigo de Nazaret, sea la que transforme los corazones. Que entre los jóvenes venidos de todo el mundo vibren las notas del Evangelio y que en los corazones resuene nítido el mensaje de las bienaventuranzas, para que a una sola voz todos entonen el cántico de la fraternidad universal.
Que caigan los prejuicios y los deseos de excluir a los que piensan diferente, y que se fragüe una Iglesia de corazón universal, donde todas las voces sean oídas y dónde los múltiples colores de razas, lenguas, pueblos, culturas, ideologías, tendencias y forma de concebir la vida, tengan un espacio reconocido y una oportunidad. Sueño con que no nos empeñemos en ahogar la loca creatividad del Espíritu que es capaz de ensanchar los corazones y hermanarlos en la unidad querida, soñada y amada por Jesús.
Que nadie pretenda escalar posiciones o ponerse medallas para ascender en el escalafón eclesiástico, y que viendo a Pedro, servidor del Evangelio, todos entiendan que en la Iglesia o servimos, y servimos a los pobres –y nos hacemos pobres- o no servimos para nada.
Que cuando Benedicto XVI regrese a Roma, deje en los corazones el deseo de simplificar la vida, las estructuras y el exceso de protagonismo; y que entre todos demos paso a la era del amor, el respeto y la Paz.
Deseo vivamente que la RECONCILIACION entre los cristianos, entre los diferentes miembros de la Iglesia, sea una realidad. Que dejemos –como dijo el Papa- de devorarnos los unos a los otros, y que desde Roma no se escuche más a los que se empeñan en descalificar a sus hermanos… mejor, que quienes practican el malsano deporte de condenar sin misericordia, de vigilar y censurar, sientan cómo la fuerza del amor y de la vida que se nos da de forma generosa les transforma. Sueño con que de una vez por todas las relaciones sean fraternas de verdad, y nunca más fratricidas. Que el león, la pantera, el cabrito y el niño puedan volver a jugar juntos, y que entre todos nos arremanguemos para construir un nuevo orden: El del Evangelio, que no es otro que el de la Justicia y la Paz.
Bienvenido el que viene en nombre del Señor, y que en el nombre del Señor, anuncie sin ambigüedades que Dios no quiere una religión opresora, que todos estamos invitados al Banquete de la Vida y que todos somos bienvenidos a la mesa que nos sirve el Maestro.
Si esto es lo que queda de la JMJ: Habrá sido un éxito. Si queda en el recuento de números, de acusaciones a las instancias que piensan diferente, o el espíritu sectario, habremos perdido una gran oportunidad.
Que el Espíritu obre en los corazones y nos haga, humildes, dóciles y servidores los unos de los otros.

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