Algunos gobernantes e intelectuales afines al MAS y al socialismo vienen repitiendo que la Iglesia Católica debería abstenerse de incidir en la política nacional, por lo tanto, las autoridades eclesiásticas deberían dar la espalda al pueblo y dedicarse a la oración monástica, en lo posible, en los lugares más remotos de los andes bolivianos. Para sustentar dicho exabrupto, recurren y descontextualizan la insidia farisaica contenida en el Evangelio de Mateo (22: 15-21): Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios.
Otros cuestionan la participación de la Iglesia Católica recurriendo a los lamentables y cuestionables hechos de pedofilia y prácticas homosexuales, protagonizados por algunos sacerdotes que formaron parte de la institución eclesial, actos que deben ser sancionados y que de ninguna manera fueron socapados por la jerarquía eclesiástica como se quiere mostrar.
Destacar los defectos o desviaciones de unos cuantos es desconocer y desvalorizar el trabajo misionero y pastoral del todo o de cientos de miles de sacerdotes en el mundo, es negar la labor social de millones de católicos que forman la Iglesia. Es olvidar en un suspiro la sacrificada vida de Luis Espinal y Mauricio Lefebre, por ejemplo, o de órdenes religiosas dedicadas a la educación y al servicio social para beneficio de millones de bolivianos.
El promover la censura de la Iglesia Católica y que ésta sea finalmente excluida, dejando el Estado y el incierto rumbo que toma en las manos del César, cualquier César, para que de este modo se eliminen miradas alternativas, actitudes vigilantes, opiniones críticas y orientadoras. Es la prueba fehaciente de la existencia de propósitos autoritarios. Es limitar la pluralidad de opiniones y libertad de pensamiento, la libertad de expresión y la libre circulación de ideas. Es pretender eliminar todo tipo de disidencia y cuestionamiento al gobierno de turno.
Quienes bajo cualquier argumento claman por la separación Estado-Iglesia olvidan que ello ya fue sancionado en el referéndum constitucional de enero de 2009. Separación legal que recibió la aprobación de millones de católicos.
Lo que millones de ciudadanos y demócratas —católicos para más señas— vamos a defender incansablemente son los derechos y libertades ciudadanas, que pequeños intelectuales del socialismo y del huero proceso de cambio quieren restringir.
Aparejada a la defensa de las libertades, vamos a insistir en la necesidad de que la Iglesia Católica continúe vigilando tanto a las instituciones políticas como a los gobernantes, porque, hoy en día, se está inflando de tal manera el Estado Plurinacional y se está produciendo tal concentración de poder en manos del Órgano Ejecutivo, que se vienen reduciendo dramáticamente los espacios de la sociedad y del individuo para ejercer elementales derechos ciudadanos.
Es tal la indefensión del ciudadano frente a la violencia Estatal o la omisión del Estado frente a la violencia que genera el narcotráfico o la delincuencia común, que la Iglesia Católica es el último baluarte de la defensa de los derechos y libertades, es la firme voz que orienta en medio de tanto desconcierto y temor. Para acallar la crítica que no conviene a las mentalidades autoritarias se producen los intentos de descalificar al clero y a la Iglesia.
ccordero@estudiosdemocraticos.org
Politólogo y catedrático