Marcelo Ostria Trigo
Otra en el exterior…
Cada vez que presidente Morales asiste a una reunión en el exterior nos llegan noticias de sus declaraciones y propuestas insólitas. Dos ejemplos: el anuncio de una campaña internacional de su gobierno para cambiar la sede de las Naciones Unidas; y la reciente propuesta de conminar al nuevo gobierno del presidente Barack Obama a que levante el bloqueo económico a Cuba, bajo la advertencia de que, en caso de no hacerlo, los países de UNASUR debían “levantar” (quiso decir “expulsar”) a los embajadores de los Estados Unidos; proposiciones oídas, toleradas y, finalmente, olvidadas.
Ahora, las declaraciones del presidente de Bolivia, fueron en el llamado Foro Social Mundial que, con el lema “Otro mundo es posible”, se reunió de Belén, Brasil. Por supuesto que se esperaba una competencia de agresividad verbal entre Evo Morales de Bolivia, Hugo Chávez de Venezuela y Rafael Correa. Y esta se dio. Estados Unidos y el sistema capitalista fueron los principales blancos de estos fusileros del populismo.
Pero, en esta ocasión el presidente de Bolivia no solamente habló sobre el tema de la reunión –el rechazo al capitalismo, al neoliberalismo, etc.–, sino también sobre la Iglesia Católica. “En Bolivia –dijo- aparecieron nuevos enemigos, ya no sólo la prensa de derecha, sino grupos de la Iglesia Católica que son enemigos de las transformaciones pacíficas. Estaba un poco reflexionando, quiero decirles (que) como se grita permanente ‘otro mundo es posible’, yo quiero decirles (que) otra fe, otra iglesia también es posible, hermanas y hermanos”.
El presidente llegó a una nueva demasía. Por una parte atacó con el subyacente disparate de llevar la pugna política al campo espiritual y, por otra, anunció un “proyecto” de alternativa religiosa oficial, es decir incentivando una nueva fe, no se sabe cuál, aunque sí se intuye quién será el profeta andino. Ya era tiempo de que imitara nuevamente a Chávez que, en un intento similar en su país, fue propuesto como gran obispo de una nueva religión, cayendo en lo ridículo.
Aparentemente, ahora lo de Evo Morales no fue uno de sus frecuentes impulsos. Responde a una línea de ataque que comparten sus cercanos colaboradores. Uno sus cuestionados ministros, Juan Ramón Quintana, el de las furiosas arengas, coincidentemente declaró: “Desde el púlpito se ha incitado a ciudadanos bolivianos a que voten por el No, en una flagrante violación al mandato (sic) que tienen las iglesias en general. Actuaron como adversarios políticos”. Todo esto fuera del contexto de este llamado Foro Social Mundial.
En los temas del Foro el presidente Morales también se empeñó en la incitativa de “sepultar al capitalismo”. Estaba previsto: al capitalismo se le atribuyeron todos los males pasados y presentes que afligen a la humanidad, especialmente de la actual crisis financiera, proponiendo, como alternativa salvadora, la instauración del socialismo –el del Siglo XXI, precisó Correa– que tanto entusiasma a Hugo Chávez.
Las quejas y acusaciones del presidente Morales contra los Estados Unidos compitieron en iracundia con las de Chávez y Correa, mientras el prudente anfitrión, “Lula” da Silva, mantuvo un bajo perfil.
Mientras tanto, el canciller Choquehuanca, en Bolivia revelaba el propósito del gobierno de normalizar sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Vino con el cuento simplón de que enviará un nuevo embajador boliviano a Washington y recibirá a otro de los Estados Unidos. Así nomás, sin concertación, sin seguir los usos y las reglas diplomáticas, sin pedir ni extender los respectivos beneplácitos requeridos, sin aclarar las denuncias terribles que se hizo contra el embajador expulsado, contra USAID y contra la DEA.
Esto de las idas y venidas, despotricando contra el capitalismo, contra el neo-liberalismo, contra los Estados Unidos y contra la oposición interna al gobierno populista, sucede mientras ya se conoce que el gobierno del señor Obama no está dispuesto a “ceder más en el campo de juego” a Chávez y Morales, al decir de la Secretaria de Estado, señora Hillary Clinton. El “paño de agua fría” que propone Choquehuanca, o contradice la iracundia presidencial contra los Estados Unidos, o es una curiosa maniobra internacional de sostener una línea y, simultáneamente, oponerse a la misma.
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