Reconstruir alianzas
El mundo actual está atravesando momentos muy difíciles e imprevisibles. Por ello, ojalá que como los seres humanos hemos mostrado capacidad para conducirlo al filo del abismo, también la tengamos para evitar caer en él
La Iglesia Católica rememora hoy el día en que Jesús resucita “de entre los muertos” al tercer día de cuando fuera crucificado. Es la capacidad de Dios de vencer a la muerte, pero no sólo de él mismo, sino de la humedad entera.
La importancia de esta rememoración en el mundo cristiano es constitutiva. Es la fe en que así sucedió y así sucederá lo que da cimiento a esta esparcida religión. Pero, obviamente, no se trata sólo de una festividad católica, sino que, como señalamos el viernes, la Iglesia ha logrado que sus rememoraciones respondan también a los sentimientos, esperanzas y angustias de los seres humanos.
En este sentido, el símbolo de este Domingo de Resurrección es que incluso cometiendo el crimen de crucificar al Hijo de Dios, los seres humanos podemos volver a establecer alianzas con Él creando condiciones para que la humanidad viva una mejor vida, haya justicia y equidad, así como compromiso solidario con los más necesitados.
Es decir, los seres humanos somos capaces de cometer grandes desastres, como también de realizar grandes hazañas que permiten, con idas y venidas, convivir en mejores condiciones.
Este es el mensaje fundamental para la humanidad del Domingo de Resurrección, mensaje que nos desafía a enfrentar complejos problemas pensando en el bien común antes que en ambiciones particulares o corporativas.
Esto es más importante aún en tiempos de incertidumbre como el que vivimos, pues más allá de nuestras tribulaciones, que son legítimas, tenemos problemas comunes que resolver.
En este sentido, una acción ineludible es recuperar la capacidad de dialogar entre diferentes, convencidos de que no debe haber idea, prejuicio, ideología alguna que impida vernos como seres humanos decididos a convivir pacíficamente. Es decir, no se trata de eliminar las diferencias, sino de que su tratamiento no exija la eliminación del otro.
El día que hoy se rememora también es un símbolo de fraternidad y alegría. No sólo que, para los creyentes, el Hijo de Dios resucita, sino que al hacerlo posibilita que los seres humanos también lo hagan, y qué mayor alegría que vencer a la muerte y el olvido, poder que busca el hombre desde que sintió el dolor de la muerte. Este mensaje para los cristianos se traslada a todos los hombres y mujeres en sentido que aunando fuerzas se puede vencer los obstáculos que impiden crear las condiciones para vivir bien: acceso a servicios, solidaridad, participación, justicia y mutuo respeto.
Por último, terminada la Semana Santa, comienza, según los creyentes el nuevo tiempo para restablecer la alianza con Dios, idea que, en estos tiempos, bien puede ser aprovechada por la humanidad para enfrentar los diversos signos de violencia y destrucción que aparecen en todas las latitudes del planeta. Es decir, esforzarnos para crear condiciones de paz y desarrollo.
El mundo actual, como lo hemos señalado, está atravesando momentos muy difíciles e imprevisibles. Por ello, ojalá que como los seres humanos hemos mostrado capacidad para conducirlo al filo del abismo, también la tengamos para evitar caer en él.
La Iglesia Católica rememora hoy el día en que Jesús resucita “de entre los muertos” al tercer día de cuando fuera crucificado. Es la capacidad de Dios de vencer a la muerte, pero no sólo de él mismo, sino de la humedad entera.
La importancia de esta rememoración en el mundo cristiano es constitutiva. Es la fe en que así sucedió y así sucederá lo que da cimiento a esta esparcida religión. Pero, obviamente, no se trata sólo de una festividad católica, sino que, como señalamos el viernes, la Iglesia ha logrado que sus rememoraciones respondan también a los sentimientos, esperanzas y angustias de los seres humanos.
En este sentido, el símbolo de este Domingo de Resurrección es que incluso cometiendo el crimen de crucificar al Hijo de Dios, los seres humanos podemos volver a establecer alianzas con Él creando condiciones para que la humanidad viva una mejor vida, haya justicia y equidad, así como compromiso solidario con los más necesitados.
Es decir, los seres humanos somos capaces de cometer grandes desastres, como también de realizar grandes hazañas que permiten, con idas y venidas, convivir en mejores condiciones.
Este es el mensaje fundamental para la humanidad del Domingo de Resurrección, mensaje que nos desafía a enfrentar complejos problemas pensando en el bien común antes que en ambiciones particulares o corporativas.
Esto es más importante aún en tiempos de incertidumbre como el que vivimos, pues más allá de nuestras tribulaciones, que son legítimas, tenemos problemas comunes que resolver.
En este sentido, una acción ineludible es recuperar la capacidad de dialogar entre diferentes, convencidos de que no debe haber idea, prejuicio, ideología alguna que impida vernos como seres humanos decididos a convivir pacíficamente. Es decir, no se trata de eliminar las diferencias, sino de que su tratamiento no exija la eliminación del otro.
El día que hoy se rememora también es un símbolo de fraternidad y alegría. No sólo que, para los creyentes, el Hijo de Dios resucita, sino que al hacerlo posibilita que los seres humanos también lo hagan, y qué mayor alegría que vencer a la muerte y el olvido, poder que busca el hombre desde que sintió el dolor de la muerte. Este mensaje para los cristianos se traslada a todos los hombres y mujeres en sentido que aunando fuerzas se puede vencer los obstáculos que impiden crear las condiciones para vivir bien: acceso a servicios, solidaridad, participación, justicia y mutuo respeto.
Por último, terminada la Semana Santa, comienza, según los creyentes el nuevo tiempo para restablecer la alianza con Dios, idea que, en estos tiempos, bien puede ser aprovechada por la humanidad para enfrentar los diversos signos de violencia y destrucción que aparecen en todas las latitudes del planeta. Es decir, esforzarnos para crear condiciones de paz y desarrollo.
El mundo actual, como lo hemos señalado, está atravesando momentos muy difíciles e imprevisibles. Por ello, ojalá que como los seres humanos hemos mostrado capacidad para conducirlo al filo del abismo, también la tengamos para evitar caer en él.
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