El Papa pide ante líderes musulmanes un «'no' alto y claro» a la violencia en nombre de Dios
Afirma que el mundo tiene «necesidad de constructores de paz, no de provocadores de conflictos; de bomberos y no de incendiarios»
Ante los participantes en la Conferencia Internacional de Paz organizada por la Universidad de Al Azhar para deslegitimar frontalmente los fundamentalismos religiosos, el Papa ha invitado a denunciar «todo intento de justificar cualquier forma de odio en nombre de la religión, y condenarlo como una falsificación idolátrica de Dios».
Una y otra vez, los maestros del Islam y los invitados cristianos y judíos aplaudían con entusiasmo frases de Francisco que no dejaba ningún resquicio y se expresaba en términos religiosos comunes como «Su nombre es Santo. Dios es paz. Por tanto, solo la paz es santa, y no se puede perpetrar ninguna violencia en nombre de Dios, pues sería profanar su nombre».
Aunque estos pronunciamientos en el centro de referencia teológica de los musulmanes no conseguirán desarmar a los terroristas fanáticos, al menos les quitan toda legitimidad religiosa y disminuyen su capacidad de convocatoria entre jóvenes idealistas.
A tenor de los discursos del gran imán de la Universidad de Al Azar, Ahmed al Tayyeb, y del Papa Francisco, los yihadistas son, sencillamente, falsificadores de la religión, personas mentirosas que falsean el mensaje de Mahoma y de los que nadie se debe fiar.
«la religión no es un problema, sino que forma parte de la solución”.
En varios pasajes de su discursos, el Papa ha puesto el acento en la necesidad de educar mejor para la paz a las nuevas generaciones, pues «del mal solo sale el mal, y de la violencia solo sale la violencia».
Retomando ideas desarrolladas por Benedicto XVI, quien propuso una «sana laicidad» en su exhortación apostólica de 2012 «Iglesia en Medio Oriente», el Papa hizo notar una paradoja contemporánea: por una parte algunos «intentan relegar la religión a la esfera privada», mientras que otros intentan «borrar la distinción entre la esfera religiosa y la política» creando sistemas teocráticos o imponiendo leyes religiosas como normas civiles.
Hablando en tierra egipcia resultaba muy apropiado mencionar el Decálogo recibido por Moisés en el Monte Sinaí. En ese código que es la base de toda civilización, resuena, según Francisco, el mandamiento de «no matarás», pues «Dios ama la vida, nunca deja de amar al hombre y por eso lo exhorta a frenar los caminos de la violencia».
La parte final de su discurso ha sido una invitación a promover la paz, mencionando específicamente que «nosotros como cristianos, no podemos invocar a Dios como Padre de todos los hombres si rechazamos comportarnos como hermanos respecto a algún grupo de hombres creados a imagen de Dios». Esas palabras, que arrancaron el enésimo aplauso, eran una cita del la declaración «Nostra Aetate» del Concilio Vaticano II.
Según Francisco, «hoy tenemos necesidad de constructores de paz, no de provocadores de conflictos; de bomberos y no de incendiarios».
En esa línea ha invitado a combatir las bolsas de pobreza y explotación, «donde crecen más fácilmente los extremismos» y a «bloquear los flujos de dinero y de armas hacia quienes fomentan la violencia».
Con valentía, el Papa ha afirmado que «es necesario frenar la proliferación de armas» pues «solo dejando claras las turbias maniobras que alimentan el cáncer de la guerra se pueden prevenir sus causas reales». Esa tarea corresponde a «los responsables de las naciones, de las instituciones y de la información».
En sus palabras de saludo los participantes en la Conferencia Internacional de Paz y de especial agradecimiento al Papa, el gran imán de la Universidad de Al Azhar hizo notar que ni el Islam, ni el judaísmo ni el cristianismo son religiones violentas aunque, por desgracia, haya terroristas en cada una de ellas.
Ahmed al Tayyeb propuso trabajar juntos en favor de las personas necesitadas, del mantenimiento de la moralidad, de la protección del ambiente y, sobre todo, hacer frente juntos a las políticas de hegemonía y de «choque de civilizaciones».
Una y otra vez, los maestros del Islam y los invitados cristianos y judíos aplaudían con entusiasmo frases de Francisco que no dejaba ningún resquicio y se expresaba en términos religiosos comunes como «Su nombre es Santo. Dios es paz. Por tanto, solo la paz es santa, y no se puede perpetrar ninguna violencia en nombre de Dios, pues sería profanar su nombre».
Aunque estos pronunciamientos en el centro de referencia teológica de los musulmanes no conseguirán desarmar a los terroristas fanáticos, al menos les quitan toda legitimidad religiosa y disminuyen su capacidad de convocatoria entre jóvenes idealistas.
A tenor de los discursos del gran imán de la Universidad de Al Azar, Ahmed al Tayyeb, y del Papa Francisco, los yihadistas son, sencillamente, falsificadores de la religión, personas mentirosas que falsean el mensaje de Mahoma y de los que nadie se debe fiar.
«la religión no es un problema, sino que forma parte de la solución”.
En varios pasajes de su discursos, el Papa ha puesto el acento en la necesidad de educar mejor para la paz a las nuevas generaciones, pues «del mal solo sale el mal, y de la violencia solo sale la violencia».
Diálogo sincero
Según Francisco, «es necesario educarles a la apertura y al diálogo sincero con los demás, reconocido los derechos y las libertades fundamentales de los demás, especialmente la libertad religiosa». Este es el mejor camino para ser «constructores de civilización», pues «para hacer frente a la barbarie que sopla sobre el odio e incita a la violencia, es necesario formar generaciones que hagan frente a la lógica incendiaria del mal con el paciente cultivo del bien»Retomando ideas desarrolladas por Benedicto XVI, quien propuso una «sana laicidad» en su exhortación apostólica de 2012 «Iglesia en Medio Oriente», el Papa hizo notar una paradoja contemporánea: por una parte algunos «intentan relegar la religión a la esfera privada», mientras que otros intentan «borrar la distinción entre la esfera religiosa y la política» creando sistemas teocráticos o imponiendo leyes religiosas como normas civiles.
Hablando en tierra egipcia resultaba muy apropiado mencionar el Decálogo recibido por Moisés en el Monte Sinaí. En ese código que es la base de toda civilización, resuena, según Francisco, el mandamiento de «no matarás», pues «Dios ama la vida, nunca deja de amar al hombre y por eso lo exhorta a frenar los caminos de la violencia».
La parte final de su discurso ha sido una invitación a promover la paz, mencionando específicamente que «nosotros como cristianos, no podemos invocar a Dios como Padre de todos los hombres si rechazamos comportarnos como hermanos respecto a algún grupo de hombres creados a imagen de Dios». Esas palabras, que arrancaron el enésimo aplauso, eran una cita del la declaración «Nostra Aetate» del Concilio Vaticano II.
Según Francisco, «hoy tenemos necesidad de constructores de paz, no de provocadores de conflictos; de bomberos y no de incendiarios».
En esa línea ha invitado a combatir las bolsas de pobreza y explotación, «donde crecen más fácilmente los extremismos» y a «bloquear los flujos de dinero y de armas hacia quienes fomentan la violencia».
En sus palabras de saludo los participantes en la Conferencia Internacional de Paz y de especial agradecimiento al Papa, el gran imán de la Universidad de Al Azhar hizo notar que ni el Islam, ni el judaísmo ni el cristianismo son religiones violentas aunque, por desgracia, haya terroristas en cada una de ellas.
Ahmed al Tayyeb propuso trabajar juntos en favor de las personas necesitadas, del mantenimiento de la moralidad, de la protección del ambiente y, sobre todo, hacer frente juntos a las políticas de hegemonía y de «choque de civilizaciones».
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