El reverendo Ed Young tuvo una idea para reforzar las parejas de su congregación. En noviembre grabó un mensaje desde su cama, junto a su mujer, y lo emitió ante sus más de veinte mil parroquianos, repartidos por iglesias de Dallas y Miami. El reto se llamaba Siete Días de Sexo. Según Young, había llegado el momento para la Iglesia de volver a poner a Dios en la cama.
El pastor y su mujer, Lisa, también sucumbieron al experimento. Al domingo siguiente, Young notó que “algunas parejas sonreían”. Y añadió: “Seguid haciendo lo que habéis hecho esta semana. Hay que duplicar la cantidad de intimidad de nuestro matrimonio. Y cuando digo intimidad, no me refiero a ir cogidos de la mano por el parque o pasar la mano por la espalda”.No toda la congregación pudo seguir los consejos de Young: para los solteros, “no sé, probad a comer un poco de pastel de chocolate”.
Hay cosas que ni el atrevido Young acepta. También hubo parejas que recibieron su mensaje con los brazos cruzados, las cejas arqueadas y poco entusiasmo.Young insiste en que no es un golpe publicitario. Ya en la carta a los Corintios, dice, sale que “no os dejéis sin sexo unos a los otros”. En declaraciones al New York Times, dijo: “Por algún motivo la Iglesia no ha hablado del sexo, pero tenemos que hacerlo”. No hay motivo de vergüenza en el sexo matrimonial: “Dios se lo inventó, fue su idea”.
Aunque la Iglesia no hable de sexo, el pastor Young se ha decidido a coger el toro por los cuernos. Quizá es más fácil para este reverendo norteamericano comprobar la utilidad del sexo matrimonial que para un cuerpo de sacerdotes castos y célibes.Tampoco esto del sexo intenso es un paseo. Young lleva 26 años casado y tiene cuatro hijos. Durante el desafío, un día a las ocho quiso irse a dormir. Estaba cansado. Lisa, su mujer, fue a despertarle al cabo de un rato: “Vamos, es el reto del sexo, toda la semana”. Pero Ed: “Mañana hacemos dos”. Y siguió durmiendo. Dar buen ejemplo es lo más difícil.
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