La estrella luminosa que guió a los Magos hasta la casa donde se encontraba el Niño no es otra que la luz de la gracia que conduce a todos los hombres de buena voluntad hacia los pies de Jesús, el Dios-con-nosotros, que quiere plantar su tienda en el corazón de cada hombre. Para ello se encarnó en el seno de María Virgen, nació en un humilde portal, murió ajusticiado y resucitó para no morir más e interceder por todos los humanos.
Así pues, todo hombre puede devenir hijo y partícipe de esta luz que ilumina a todo hombre y que conduce a todos los pueblos que se abren a la luz de la verdad. Que los Magos de Oriente nos enseñen a caminar tras la luz y a estar atentos a los designios de Dios que hicieron volver a estos personajes a su tierra por un camino distinto. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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