A partir del próximo 1 de junio, todos los edificios de la Administración regional de Baviera deberán tener un crucifijo en lugar visible en la entrada y se valorará también que las cruces vayan poblando salones y despachos de los edificios públicos. Es una orden directa del presidente de Baviera, el socialcristiano Markus Söder, que ha justificado la decisión recordando que “la cruz no es un símbolo religioso, sino el símbolo fundamental de la identidad cultural del carácter cristiano-occidental” y por ello “no viola el principio de neutralidad” a que están obligadas las administraciones públicas en Alemania.
El crucifijo ya fue motivo de polémica en esta región alemana en 1985, cuando un padre protestó por las cruces en el colegio de sus hijos, y recibió como respuesta del Tribunal Constitucional, diez años después y con decenas de miles de católicos protestando en las calles, que si algún padre se oponía con “razones serias” a una cruz en una escuela, esa cruz debía ser retirada. A nadie escapa que Söder juega ahora una baza electoral, de cara a las regionales del próximo otoño. “Queremos enviar una señal clara de que la gente desea subrayar su identidad”, ha dicho el presidente de Baviera, luterano practicante y que ha colgado personalmente en la Cancillería una cruz regalada en su día por el cardenal Friedrich Wetter, arzobispo emérito de Munich, y bendecida por la Iglesia evangélica, que hasta el 2008 ornaba la sala del Consejo de Ministros del gobierno regional. Y como era de esperar, el anuncio ha levantado ya una polémica en los medios de comunicación alemanes. La profesora de Teología Práctica de la Universidad Albert-Ludwigs de Freiburg, Ursula Nothelle-Wildfeuer, ha denunciado que “se trata de una instrumentalización política de la cruz, que es fundamentalmente un signo religioso, no identitario de una cultura o una región”.
Mohamed Abu El-Qomsan, presidente del Consejo Central de los Musulmanes de Baviera, se ha quejado formalmente por la “violación de la neutralidad religiosa que supone la medida. “Por supuesto que es un símbolo religioso, no cultural y tanto los judíos y musulmanes como los ateos están afectados”, ha dicho.
“En cada una de las habitaciones de la redacción de Dom Radio cuelga un crucifijo”, dice el redactor jefe de este medio católico alemán, Ingo Brüggenjürgen, “pero no tiene que ver con nuestra identidad de habitantes de Colonia sino con el reconocimiento de la necesidad de orientar nuestra vida hacia Cristo. Quizá las cruces en Baviera sean un buen principio en esa dirección, pero si solamente son un instrumento electoral del señor Söder creo que no es el más adecuado”.
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