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domingo, 4 de septiembre de 2016

anacronismo y extravagancia de "curas que salieron de la Iglesia" se rebelan y pretenden fundar una "iglesia apócrifa e inclinada hacia intereses extra religiosos. José Luis Baptista se refiere a este y otros casos hoy sepultados bajo el anonimato profundo

Ha causado asombro, por su singularidad, la noticia del surgimiento en nuestro país de una “Iglesia Católica Apostólica Nacional del Estado Plurinacional de Bolivia”. Los fundadores de ese movimiento mencionan dos razones como causa de su posición. Según una de ellas todos los Papas posteriores a Pío XII, incluyendo al actual, el papa Francisco, son falsos, porque proceden del Concilio Ecuménico Vaticano II que es herético y cismático.
Ese concilio concluyó hace 51 años, lo cual significa que los fundadores de la insólita “Iglesia Católica Nacional” iniciaron estudios teológicos e ingresaron al Orden Sacerdotal sin práctica ni conocimiento previo del régimen que hoy asumen como único verdadero. Tal argumento carece de validez.
El otro fundamento señala que es inhumana y amoral la exigencia del celibato que impide que los sacerdotes tengan hijos. Se concluye que ese es el auténtico motivo de su decisión. Existe una clara contradicción entre ambos móviles, pues la regla del celibato es una de las principales posiciones conservadoras en el seno del catolicismo.
En el transcurso de los siglos, la Iglesia Católica Apostólica y Romana soportó variedad de alteraciones, pronunciamientos, conmociones y rompimientos, consistentes en apostasías, herejías y cismas de los más diversos orígenes, sobreviviendo a todos ellos.
Los últimos movimientos de esa índole se presentaron inmediatamente después del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) iniciado por el papa Juan XXIII, continuado y concluido por el papa Pablo VI, con objeto de responder a desafíos  de carácter político, social, económico y tecnológico.
Como consecuencia de las innovaciones impuestas por ese Concilio, hubo reacciones en sentido de no aceptación de ningún cambio respecto a posiciones oficiales tradicionales, sosteniendo que la Iglesia Católica debía proseguir su misión sin variantes desde el Concilio de Trento (1545-1563), y se pusieron al frente de los Papas con la divisa “Semper Ídem”.
Entre las reacciones más radicales contra las resoluciones de ese Concilio, consistentes en pleno rechazo y aplicación de todo lo vinculado al régimen anterior, figuran el movimiento iniciado por el arzobispo francés Marcel Lefebvre, la aparición de una “Hermandad de Sacerdotes Españoles”, y el cisma del que fue autor el sacerdote español Clemente Domínguez quien, en 1968, se autonombró Papa con el nombre de Gregorio XVII. Hubo y hay otras  posiciones críticas que no llegan al extremo de separación.
Con el transcurso del tiempo, durante los pontificados de Juan Pablo II (1978-2005) y Benedicto XVI (205-2013), fueron paulatinamente quedando sin efecto algunas decisiones del Concilio Vaticano II con retorno a posiciones conservadoras. El actual Papa muestra claramente el ánimo de análisis profundo y de reflexión cuidadosa de algunos temas polémicos.
Hace 20 años se presentó en nuestra ciudad otra “Iglesia Católica Nacional” dirigida por Guido Alarcón, quien declaró cismáticos y herejes a todos los Papas posteriores a Pío XII. Esa “Iglesia Católica” se extinguió al poco tiempo y su inventor volvió al anonimato. Lo mismo sucederá con los actuales autores de la extravagante y anacrónica fundación de la “Iglesia Católica Apostólica Nacional del Estado Plurinacional de Bolivia”.

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