El papa Francisco viajó a México, pero no de paseo. Desde que pisó el Palacio Nacional tocó la herida por la que ese país sangra a causa del narcotráfico, la desigualdad, la corrupción y otros males que están minando las bases mismas de la democracia que debiera existir en ese país.
ABC hizo notar que, según las cifras ofrecidas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), desde que comenzó la guerra contra el narcotráfico, iniciada por el expresidente Felipe Calderón en 2007, se contabilizaron hasta 2014, 164.000 víctimas en México, cifra que supera la suma de muertos en ese mismo periodo, en las guerras de Afganistán e Irak, según el periodista Jason M. Breslow.
Las cifras de Breslow muestran que en Afganistán murieron alrededor de 26.000 civiles desde que comenzó la guerra en 2001; mientras que en Irak la cifra se sitúa en 160.500 muertos, desde la invasión de los Estados Unidos en 2003. Y va reduciéndose a medida que ese país rebaja su presencia. Si circunscribimos las víctimas al mismo periodo, 2007-2014, la suma de ambas guerras arrojaría una cifra de 103.000 muertos, según datos de la ONU (referidos a Afganistán) y la web Iraq Body Count.
Por eso y mucho más el Papa está preocupado. “Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte”. Esto lo dijo nada más y nada menos que frente al presidente de ese país, Enrique Peña Nieto, y otras autoridades.
Después, en la conservadora Catedral de la Ciudad de México, le jaló las orejas a la jerarquía católica con sus continuas intrigas. “¡Si tienen que pelearse, peléense como hombres, a la cara!”, les riñó a quienes no quiere ver como príncipes apegados a las riquezas materiales mientras México se desangra. “¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles!”.
Y frente a un país en el que la Iglesia católica fue perdiendo terreno, el Papa parece depositar su fe y esperanza en los jóvenes. “La principal riqueza de México tiene un rostro joven. Un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite proyectar un futuro, un mañana. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse”.
Tales mensajes no solo requieren del coraje de una persona, en este caso del Papa, sino de una gran valentía por el tipo de recorrido que, además, incluye su agenda en ese país, donde por ejemplo ayer contemplaba lugares como Chiapas, Estado de México, Ciudad Juárez y Michoacán, donde no solo existe gran cantidad de excluidos, sino problemas vinculados con las actividades oscuras del narcotráfico, motivo que ha llevado a reforzar la seguridad del Santo Padre.
Incluso Michoacán formó parte durante mucho tiempo de lugares que Estados Unidos tenía en su lista negra por peligrosos para el viaje de estadounidenses, precisamente por los niveles de violencia que allá se solían registrar.
En todo caso, ojalá que esta visita del Papa a México dé luz a un país sumido en la oscuridad, la desigualdad y en los tentáculos de la corrupción y el narcotráfico porque, de otro modo, sus habitantes no vivirán nunca más en paz y con la esperanza de que algún día todos sean ciudadanos de primera clase.
Sin embargo, se sabe que tal visita no será suficiente mientras no exista la voluntad política para mover a ese país desde sus cimientos en los que habita y ha hecho raíces la desigualdad que ha dado lugar a que existan personas que se sienten de segunda y tercera clase por cómo viven y la forma en que son tratadas a diario.
Nada sucede sin la venia del Señor. Todo encaja en su Divina Providencia, por lo que abandonarse en sus brazos y repetir la oración de cada dia "Hágase tu Voluntad..." es la forma más sabia y más humana de aceptar la vida con sus grandezas y sus miserias.
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miércoles, 17 de febrero de 2016
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