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viernes, 18 de diciembre de 2015

servidor de todos. en efecto Julio Terrazas se distinguió por su vocación de servicio sin diferencia algna. al pobre y al rico, al indio y al blanco, al patrón y al obrero, a los más humiles y perseguidos. el Cardenal no olvidó a ningún boliviano que hubiese recurrido buscando su protección en unos casos y su ayuda concreta en otros. Pedro Shimose que lo conoció mucho desde Presencia. nos brinda un testimonio único. de aplaudir.

Ha muerto un servidor de todos, como él pidió ser recordado. El cardenal Julio Terrazas (Vallegrande, 07.03.1936 – Santa Cruz de la Sierra, 09.12.2015) predicaba que todo poder es nada, si no tenemos caridad, es decir, si no fundamentamos nuestro amor al prójimo en el amor a Dios, expresión de la auténtica fraternidad. Él encarnó la fe, la esperanza y la caridad en un pueblo desmoralizado y descreído por la traición continua de sus gobernantes. Cargó sobre sus espaldas la cruz de la incomprensión y la ingratitud. Se enfrentó a quienes hacen la historia y defendió a quienes la padecen: mineros, indígenas, mujeres, niños, ancianos, minusválidos, drogadictos, perseguidos políticos de todos los pelajes, enfermos abandonados a su suerte, presidiarios hacinados en cárceles inmundas y sin amparo legal… Los dictadores lo tildaron de “comunista”, siendo obispo auxiliar de La Paz; los demócratas, de “agitador social”, siendo obispo de Oruro; los conservadores, de “izquierdista”, siendo arzobispo de Santa Cruz, y los masistas, de “hacer política” cuando –ya designado cardenal– lo acusaron de ser “representante de la derecha separatista” por haber censurado (en sus homilías) el abuso de poder, el narcotráfico, la justicia corrupta y la agresión a los indígenas del Tipnis. 

Mientras él sufría en silencio las diatribas de la sinrazón, circulaban comentarios ruines sobre este “líder del sindicato católico”. Unos decían que era “un camba comecollas”, mientras otros se alegraban de sus infortunios porque “cosechaba lo que había sembrado”, después de haber defendido y socorrido a indigenistas y sindicalistas de toda laya. Muchos de sus ofensores no eran precisamente ateos militantes, sino católicos de misa dominical. Pero no todo ha sido ingratitud. Citaré el caso de Domitila Chungara (+), que, en el siglo XX, luchó contra las dictaduras y acabó, en el siglo XXI, enfrentada a las ‘bartolinas’ del MAS, cuando estas atacaban al cardenal. Mujer de carácter, Domitila fue ninguneada y vivió pobre y sola hasta su muerte, en Cochabamba, según testimonio del líder minero Simón Reyes (+).

El cardenal fue un apóstol de las causas justas, un hombre tranquilo que sufría por dentro, un católico dialogante en un mundo desesperado. Así transcurrió su rica existencia. Murió rezando por la redención de su Iglesia extraviada en el pecado, pidiendo perdón por los errores cometidos y predicando, con valentía y audacia, un cristianismo auténtico. Enfermo, soportó el via crucis de sus múltiples dolencias con la dignidad y la fortaleza de un santo. El cardenal Terrazas ha muerto, pero su magisterio sigue vivo. Muerte, ¿dónde está tu victoria? // Madrid, 18.12.2015
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