Durante nueve días, el papa Francisco ha sacudido las conciencias y los
corazones de Cuba y Estados Unidos. En el que se considera el viaje más
político y más difícil de su pontificado, el primer pontífice
latinoamericano ha levantado la voz sobre los temas más acuciantes de la
agenda internacional. En Cuba, el prelado católico remarcó el valor del
perdón y la reconciliación como elementos fundamentales para la
construcción de las sociedades. Él mismo fue un actor clave en el
restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y
Cuba, lo que marcó el fin de la Guerra Fría en la región.
Dio en
Cuba un fuerte respaldo a la Iglesia católica, que debe cumplir su
misión en condiciones adversas debido a las restricciones impuestas por
el régimen cubano, en un país que adolece por la falta de libertad de
expresión y de prensa. Y remarcó que el servicio a los demás debe estar
libre de toda idolatría por las ideologías, en un claro mensaje hacia el
régimen encabezado por Raúl Castro. Miles de cubanos se volcaron a las
calles para expresar su cariño por el pontífice, lo que señala el fervor
religioso que existe en el pueblo cubano. Se extrañó, eso sí, que
Francisco no se haya reunido con las organizaciones de disidentes
políticos cubanos que habían reclamado su atención para denunciar las
graves violaciones a los derechos humanos que todavía se cometen en la
isla.
Definitivamente impactantes fueron los discursos de
Francisco ante el Congreso de Estados Unidos y ante la Asamblea General
de la ONU, donde reclamó a las principales potencias que terminen con
los abusos que se cometen contra los países menos desarrollados y
demandó una agenda efectiva contra la pobreza, el cambio climático y las
migraciones. También habló duro con los sacerdotes y obispos
estadounidenses, a los cuales demandó un “nunca más” a los abusos contra
menores de edad, tal como se registraron en la Iglesia católica en los
últimos años.
Cientos de miles de personas saludaron a Francisco
en su paso por las calles y avenidas de Washington, Nueva York y
Filadelfia, confirmando el liderazgo moral del pontífice en un momento
en que el mundo enfrenta una enorme incertidumbre por la expansión de la
guerra, el narcotráfico y las violaciones a los derechos humanos. Con
poder de la palabra y la sencillez, Francisco ha sacudido a la principal
potencia del mundo. Ojalá su mensaje cale en los corazones de los
líderes globales, que hoy tienen responsabilidades sustanciales para
garantizar el futuro de miles de millones de personas
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