En la Constitución abrogada, el Estado sostenía la religión católica, apostólica y romana garantizando el ejercicio público de todo culto. En la vigente, el Estado se declara independiente a la religión y deja claro el tipo de vinculación que desea con la Iglesia y la Santa Sede. Bajo esa premisa, era impensable que bajo la actual administración, la Iglesia Católica siga gozando de la influencia que otrora ejercía. Si bien espiritualmente la fe sigue moviendo montañas y los bolivianos somos mayoritariamente católicos, el MAS en todo momento se esforzó por diezmar la influencia de los sacerdotes a efecto de aplacar las críticas que se sucedían ante diversos episodios que acontecían en el país.
La retórica obsoleta de recordar el pasado colonialista y el papel que jugó la Iglesia desde entonces, prevaleció antes que el reconocimiento al aporte que representó (y representa) en términos de educación, cultura en todas sus facetas, apoyo humanitario a sectores empobrecidos, asistencia social, entre otros, por lo que, viéndolo así, de alguna manera se logró minimizar el papel que jugaba en el contexto nacional. Vaya a saber si la actitud que en ese momento asumió respondía a una estrategia fruto del embate del que era objeto constantemente por parte del oficialismo, o más bien aquella provenía de los efectos de dicho embate. Lo cierto es que no era ilógico pensar que el Gobierno –envalentonado por el apoyo popular en las urnas– iba a buscar neutralizar el poder de la Iglesia Católica con una estrategia que mostraba a interlocutores oficialistas que la atacaban y desprestigiaban diariamente en medios de comunicación. El tiempo mostró que el peso moral que le es propio sigue intacto, y que conjuntamente a los medios de comunicación, es la institución de mayor credibilidad en el país. El tiempo también supo mostrarnos a quienes antes no escatimaban epítetos de grueso calibre contra la institucionalidad del clero boliviano, y que hoy participan bajo el paraguas de una especie de “pacto no firmado”, en eucaristías, tedeum, etc. Si no basta aquello, nada más habrá que reparar en la ceremonia llevada a cabo en San Francisco, en el altar de uno de los iconos más importantes del catolicismo y, por ende, de la presencia española desde la época de la colonia, y en la bendición al enlace matrimonial religioso del Vicepresidente de la República.
Ahora bien, es un factor insoslayable el hecho que la gente siempre haya estado junto a la Iglesia, arrimado al párroco del barrio, al lado del Padre que llega allá donde el Estado no lo hace; ese Estado, representado por el Gobierno de turno, sabe que contra aquello, no existe poder alguno, ni siquiera Evo y su imagen. Por todo ello, la Iglesia no fue derrotada y los que creían que iba a ser así porque piensan que la religión era y es el opio de pueblo, perdieron la batalla. Por éstas y otras razones, ha sido importante el comunicado emitido por los obispos y las reflexiones insertas en él, que no cabe duda, han sido vertidas con el nivel que amerita el manejo de temas tan sensibles como los tratados. Abogar por los presos de conciencia, reclamar por la ausencia de garantías al debido proceso, rechazar la instrumentalización de la justicia, cuestionar el manejo de la consulta en el Tipnis y llamar a ejercer un control social al uso de la información que provenga del Censo, son parte de una voz que ayuda a fortalecer la democracia y la institucionalidad.