Después de dos horas en el control fronterizo de Erez, acompañado del Padre José Vicente Rodríguez, Presidente de Mensajeros de la Paz Castilla León, y de dos representantes de la Embajada de España en Israel, entramos en la Franja de Gaza. Nos dirigimos directamente a la única Parroquia católica que existe allí y al frente de la cual está el Padre Manuel Musallam. Nos recibe en su despacho con cariño y con una gran alegría. Parece que hace tiempo que nos conocemos.
Nos sentamos, y comenzamos a hablar. ¿Cómo está Padre?, -le preguntamos. Deja pasar unos segundos de silencio… sonríe, y mirándonos fijamente responde: “ Bien… Bien… estoy bien…no puedo estar de otra manera porque tengo mucha gente a mis espaldas”… Transmitimos al Padre Manuel los saludos afectuosos del patriarca Latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal, y los del Patriarca Ortodoxo Teófilo III con quien nos habíamos encontrado días antes y con cuyas obras sociales vamos a empezar a colaborar.
En la Franja de Gaza viven unos cinco mil cristianos, la mayoría ortodoxos, los católicos, son a penas unos trescientos. El P. Manuel Musallam atiende espiritualmente esta pequeña comunidad, pero su labor va mucho más lejos. La Parroquia tiene un Colegio de Primaria y otro de Secundaria en los que estudian más de mil alumnos y además tiene organizada una labor asistencial de la que se benefician cientos de familias. Las necesidades han aumentado como consecuencia de la guerra vivida hace pocas semanas y él se multiplica para llegar a más gente. Olvidándose de si mismo, siempre está al lado de la gente, infundiendo ánimo y prestando la poca ayuda de la que dispone.
Siempre ha sido un “Buen Samaritano” y en estas semanas, lo es todavía con mayor dedicación. Es un hombre muy querido y admirado, con aspecto de bonachón, huellas visibles de sufrimiento y cansancio, pero con un gran compromiso con su gente, de la que no ha querido separarse a pesar de la gravedad de la situación, compromiso que nace de su profunda fe y esperanza y que le da esa fuerza interior, superior a su fuerza física. Le trasladamos la cercanía de nuestra Asociación, de muchos españoles, católicos y no católicos, y le planteamos nuestro objetivo principal: traer algunos niños heridos a España para que reciban un tratamiento adecuado.
Su rostro se llena de gozo y la emoción aflora: “¡Gracias… Gracias… Muchas Gracias ¡ ¿Será posible?”... Creemos que sí, le contestamos… “pues nos ponemos a trabajar, y confiamos en Dios”, nos dice… ¿En qué otras cosas podemos ayudar?, le preguntamos. Las necesidades son inmensas, pero lo principal en estos momentos es trabajar con los niños y jóvenes… “Los daños materiales de la guerra han sido muchos, pero el daño psicológico es el más dramático, nos dice… Hay que recuperar a los niños y jóvenes del trauma y hay que infundirles verdaderos valores humanos que permitan un horizonte de esperanza y para ello tengo un proyecto: construir un salón multiusos donde a través de diversas actividades podamos conseguir esos objetivos…
Si pudieran ayudarme…” Vamos a intentarlo, se lo prometemos. Notamos que el Padre Manuel está algo enfermo: especialmente de ojos, tal vez de algo más. Le invitamos a España para que se vea la vista. Le atenderían en la Clínica de los Doctores Vega en Oviedo, que siempre colabora con nosotros cuando se lo pedimos. Desde allí mismo llamamos al Arzobispo de Asturias, y nos dice que con mucho gusto le acogerá en la Casa Sacerdotal.
Nos despedimos. Nos da las gracias por la visita y nos dice que le llena de fuerza para seguir trabajando. Reitera la confianza de que pueda conseguirse la ayuda y con un abrazo nos despedimos. Salimos de las dependencias parroquiales llenos de sentimientos contradictorios, pero dando gracias a Dios por el testimonio evangélico y eclesial del Padre Manuel Musallam y de los cristianos de Gaza.
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