arrancó oficialmente el Año Jubilar Paulino, que conmemora los dos mil años del nacimiento de Saulo de Tarso, perseguidor de cristianos y "apóstol de los gentiles" ya como Pablo. Una celebración que arrancó de la manera posible, con el llamamiento a la unidad de los cristianos formulado por el Papa Benedicto XVI, a cuyo lado se situaba el Patriarca Ecuménico Bartolomé I. Dos iglesias separadas desde hace casi un milenio, que trabajan para conseguir una unidad que, a día de hoy, parece factible.
Así lo han expresado durante el rezo del Angelus, que en esta ocasión especial se llevó a cabo en el interior de la basílica de San Pedro, Benedicto XVI pidió a los fieles que rezasen por la unidad de los cristianos, la evangelización y la comunión en la Iglesia.
Del mismo modo, en la celebración que tuvo lugar ayer, y en la que recibió al patriarca Bartolomé (líder de 250 millones de cristianos), el Santo Padre destacó la figura de San Pablo, quien "alienta los esfuerzos para la búsqueda de la plena unidad entre los cristianos, tan necesaria para ofrecer a los hombres del tercer milenio un siempre y más luminoso testimonio de Cristo, Camino, Verdad y Vida. Solamente en Cristo y su Evangelio la humanidad puede encontrar respuesta a sus más íntimas expectativas". El encuentro con el Patriarca Ecuménico fue, a juicio del Papa, "una ocasión especial para poder avanzar hacia la plena unidad, en obediencia al mandato del Señor".
Tras resaltar cómo el Apóstol de los gentiles llamaba a la unidad de los cristianos en sus cartas a los Efesios y a los Corintios, Benedicto XVI destacó que "en nuestro mundo, en el que se va consolidando el fenómeno de la globalización pero en el que también y sin embargo continúan las divisiones y los conflictos, ese mismo mundo advierte una creciente necesidad de certeza y paz. Al mismo tiempo, se mantiene perdido y sumergido en una cultura hedonista y relativista, que pone en duda la existencia misma de la verdad".
"Que pueda el Año Paulino ayudar al pueblo cristiano a renovar el esfuerzo ecuménico, y se intensifiquen las iniciativas comunes en el camino hacia la comunión entre todos los discípulos de Cristo. De este camino su presencia aquí, hoy, es ciertamente un signo alentador. Por ello expreso una vez más a todos ustedes mi alegría, mientras juntos dirigimos al Señor nuestra oración de gracias", culminó el Santo Padre, refiriéndose a la presencia del líder ortodoxo.
baronrampante@hotmail.es (transpuesto de Periodista Digital Religión)
Nada sucede sin la venia del Señor. Todo encaja en su Divina Providencia, por lo que abandonarse en sus brazos y repetir la oración de cada dia "Hágase tu Voluntad..." es la forma más sabia y más humana de aceptar la vida con sus grandezas y sus miserias.
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lunes, 30 de junio de 2008
jueves, 26 de junio de 2008
los fieles recibirán la hostia de rodillas en la reforma de la liturgia
Los fieles deberán arrodillarse para tomar la Comunión El papa Benedicto XVI ha puesto la vigencia de la norma en todas las iglesias. El Pontífice realizará otros cambios en los símbolos utilizados durante la celebración de la liturgia. Vuelve la tradición romana.
El Papa distribuirá la Comunión a los fieles directamente en la boca y puestos de rodillas, para incrementar “la devoción y el misterio”, según adelantó ayer el maestro de ceremonias del Vaticano, Guido Marini.
“Creo que será así. No hay que olvidar que la distribución de la comunión en la mano es todavía desde el punto de vista jurídico una dispensa a la ley universal, concedida por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que lo pidieron”, afirma el arzobispo Marini en una entrevista que publica ayer el diario vespertino vaticano L’Osservatore Romano”.
Marini recordó que Benedicto XVI ya había distribuido de este modo la Comunión durante su reciente visita a las ciudades sureñas italianas de Brindisi y Santa María di Leuca.
Según el Maestro de las Celebración Litúrgicas Pontificias, la modalidad adoptada por Benedicto XVI tiende a subrayar la vigencia de la norma, “válida en toda la Iglesia”.
Con la distribución de la Comunión en la boca, agregó, se intenta resaltar “la presencia real en la Eucaristía, se ayuda la devoción de los fieles y se introduce con más facilidad el sentido de misterio, aspectos que en este tiempo es urgente recuperar”.
El Maestro de Ceremonias también manifestó que a partir del próximo 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, Benedicto XVI cambiará el Palio (estola de lana, símbolo del obispo Buen Pastor) que usa en la celebración de liturgias solemnes por otro más corto y más práctico.
El nuevo Palio tendrá forma circular, cerrado, con dos puntas que caen en la mitad del pecho y de la espalda.
Mantendrá el color rojo de las cruces que le adornan y con él Benedicto XVI pretende continuar el desarrollo de esta prenda en los últimos doce siglos.
Este nuevo Palio supone el adiós al que el propio Benedicto XVI introdujo al principio de su pontificado en homenaje a los usos del primer milenio de la Iglesia. Esto no supone un regreso a lo antiguo, sino un desarrollo de la tradición romana. Vaticano, EFE
El Papa distribuirá la Comunión a los fieles directamente en la boca y puestos de rodillas, para incrementar “la devoción y el misterio”, según adelantó ayer el maestro de ceremonias del Vaticano, Guido Marini.
“Creo que será así. No hay que olvidar que la distribución de la comunión en la mano es todavía desde el punto de vista jurídico una dispensa a la ley universal, concedida por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que lo pidieron”, afirma el arzobispo Marini en una entrevista que publica ayer el diario vespertino vaticano L’Osservatore Romano”.
Marini recordó que Benedicto XVI ya había distribuido de este modo la Comunión durante su reciente visita a las ciudades sureñas italianas de Brindisi y Santa María di Leuca.
Según el Maestro de las Celebración Litúrgicas Pontificias, la modalidad adoptada por Benedicto XVI tiende a subrayar la vigencia de la norma, “válida en toda la Iglesia”.
Con la distribución de la Comunión en la boca, agregó, se intenta resaltar “la presencia real en la Eucaristía, se ayuda la devoción de los fieles y se introduce con más facilidad el sentido de misterio, aspectos que en este tiempo es urgente recuperar”.
El Maestro de Ceremonias también manifestó que a partir del próximo 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, Benedicto XVI cambiará el Palio (estola de lana, símbolo del obispo Buen Pastor) que usa en la celebración de liturgias solemnes por otro más corto y más práctico.
El nuevo Palio tendrá forma circular, cerrado, con dos puntas que caen en la mitad del pecho y de la espalda.
Mantendrá el color rojo de las cruces que le adornan y con él Benedicto XVI pretende continuar el desarrollo de esta prenda en los últimos doce siglos.
Este nuevo Palio supone el adiós al que el propio Benedicto XVI introdujo al principio de su pontificado en homenaje a los usos del primer milenio de la Iglesia. Esto no supone un regreso a lo antiguo, sino un desarrollo de la tradición romana. Vaticano, EFE
miércoles, 25 de junio de 2008
obispos de Bolivia y Brasil condenan el tráfico de drogas
El X Encuentro de Obispos de Frontera Brasil-Bolivia se ha realizado en la ciudad de Guajará Mirin, Brasil, del 17 al 19 de junio con la presencia de obispos bolivianos y brasileños. El encuentro abordó temas como el narcotráfico y contrabando, la pastoral carcelaria, la Amazonía y la misión.
El X encuentro de obispos de frontera se desarrolló en un ambiente de fraternidad para compartir experiencias y temas comunes con el ánimo de crecer juntos como Iglesia, informa la página web de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB).
Los obispos bolivianos participantes fueron: Jesús Juárez, de El Alto, Julio María Elías, del Vicariato del Beni, Carlos Stetter, de San Ignacio de Velasco, Eugenio Scarpellini, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal Boliviana, y el padre Jaime Susli del Vicariato de Pando.
Por su parte la Iglesia brasileña estuvo representada por los arzobispos Geraldo Lyrio, de Mariana y Luis Soares, de Manaus y los obispos Dimas Lara, auxiliar de Rio de Janeiro, Segismundo Martinez, de Corumba, Geraldo Verdier, de Guajará Mirim, Joaquin Pertiñez, de Rio Branco y Meinrad Merkel, de Humaita
El padre Eugenio Scarpellini, secretario adjunto de la CEB, destacó que un momento particular durante los días de encuentro fue el 18 de junio cuando los obispos bolivianos y brasileros celebraron la Eucaristía con la presencia de muchos asistentes de la zona en Guajará Mirim.
Durante la eucaristía hubo momentos muy emotivos -señaló el P. Scarpellini- como la introducción de las banderas, los himnos nacionales de cada país y los cantos que se entonaron en portugués y español, también se presentaron signos de ambas culturas y la participación de la gente fue muy animada.
Durante el encuentro, los obispos de ambos países abordaron temas como el narcotráfico que lamentablemente esta muy presente en esta región y por el que sensiblemente muchas personas están en la cárcel. En esa línea también se trató el tema de la pastoral carcelaria con el fin de apoyar acciones humanitarias y en defensa de los derechos humanos.
Los encuentros de obispos de frontera Brasil-Bolivia se vienen realizando desde 1982 y esto marca un caminar entre las dos iglesias con el deseo de continuar hacia delante, se ha fijado el próximo encuentro para el año 2010 en Bolivia.
Fue también abordada la misión continental, convocada por la Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe (Aparecida 2007), un tema que interesa e involucra a ambos países considerando importante impulsar acciones concretas de misión en las comunidades de frontera principalmente en el tema de evangelización.
El X encuentro de obispos de frontera se desarrolló en un ambiente de fraternidad para compartir experiencias y temas comunes con el ánimo de crecer juntos como Iglesia, informa la página web de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB).
Los obispos bolivianos participantes fueron: Jesús Juárez, de El Alto, Julio María Elías, del Vicariato del Beni, Carlos Stetter, de San Ignacio de Velasco, Eugenio Scarpellini, secretario adjunto de la Conferencia Episcopal Boliviana, y el padre Jaime Susli del Vicariato de Pando.
Por su parte la Iglesia brasileña estuvo representada por los arzobispos Geraldo Lyrio, de Mariana y Luis Soares, de Manaus y los obispos Dimas Lara, auxiliar de Rio de Janeiro, Segismundo Martinez, de Corumba, Geraldo Verdier, de Guajará Mirim, Joaquin Pertiñez, de Rio Branco y Meinrad Merkel, de Humaita
El padre Eugenio Scarpellini, secretario adjunto de la CEB, destacó que un momento particular durante los días de encuentro fue el 18 de junio cuando los obispos bolivianos y brasileros celebraron la Eucaristía con la presencia de muchos asistentes de la zona en Guajará Mirim.
Durante la eucaristía hubo momentos muy emotivos -señaló el P. Scarpellini- como la introducción de las banderas, los himnos nacionales de cada país y los cantos que se entonaron en portugués y español, también se presentaron signos de ambas culturas y la participación de la gente fue muy animada.
Durante el encuentro, los obispos de ambos países abordaron temas como el narcotráfico que lamentablemente esta muy presente en esta región y por el que sensiblemente muchas personas están en la cárcel. En esa línea también se trató el tema de la pastoral carcelaria con el fin de apoyar acciones humanitarias y en defensa de los derechos humanos.
Los encuentros de obispos de frontera Brasil-Bolivia se vienen realizando desde 1982 y esto marca un caminar entre las dos iglesias con el deseo de continuar hacia delante, se ha fijado el próximo encuentro para el año 2010 en Bolivia.
Fue también abordada la misión continental, convocada por la Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe (Aparecida 2007), un tema que interesa e involucra a ambos países considerando importante impulsar acciones concretas de misión en las comunidades de frontera principalmente en el tema de evangelización.
domingo, 15 de junio de 2008
san pablo es sin duda cofundador de la iglesia, instrumento de NSJ para cimentar su obra
Pablo ha concebido la iglesia como un cuerpo, no en jerarquía (unos sobre otros), sino en reciprocidad, tomando como más valiosos a los inferiores y a los menos honrados del mundo que, como la tradición sinóptica sabía (cf. Mc 9, 33-37; 10, 35-45), son los más importantes (1Cor 12, 12-26; cf. 1Cor 1-4 y Flp 2). Pablo sabe también que un tipo de “ley ministerial” eleva a quienes pueden realizar obras mejores, fundando así una sociedad piramidal.En contra de eso, la comunión de la iglesia se expresa en claves de gratuidad; en esa línea siguiendo a Jesús, Pablo ofrece el primer puesto a los pobres y excluidos (pecadores), superando así el talión de la justicia y juicio de este mundo. Sólo a partir de este principio (perdón del pecador: Gal 3-4; Rom 1-6) se entienden los ministerios en la Iglesia Pablo. No sirven para organizar lo que existe o repartir funciones y méritos entre los más capaces (conforme al orden de una buena ley judía), sino para anunciar y expresar la salvación que Dios ofrece gratuitamente a todos por el Cristo. Así lo indicaré, destacando la unidad de un cuerpo eclesial no jerárquico (Rom 12) y la función de las mujeres que es igual que la de los varones (Rom 16).
1. Rom 12, 4-10. Cuerpo y Carismas.
Pablo había presentado a Cristo como Cuerpo (cf. 1Cor 12, 12) en el principio de su exposición sobre la iglesia. Ahora (Rom 12) reasume el símbolo y vuelve a presentar al Cristo mesiánico como cuerpo entero, donde todos son miembros de todos, sin cabeza superior ni cuerpo subordinado (tema que sólo aparece más tarde: cf. Col 1, 18; Ef 1, 22) El mismo Cristo es un Cuerpo, cuyos miembros despliegan diversos carismas al servicio del único amor que laounifica y congrega. La unidad no se establece de forma jerárquica, de modo que los superiores dirigen a los inferiores, sino por servicio carismático de todos:
[Cuerpo] Así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, y todos no tienen la misma función; así los muchos somos un cuerpo en Cristo, pero cada uno es miembro de los otros,[Carismas]teniendo carismas distintos, según la gracia que nos ha sido concedida: o bien profecía, conforme a la medida de la fe;o bien diaconía, para servir; o bien el que enseña para enseñar;o bien el que consuela, para consolar; el que comparte, con liberalidad;el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría.[Amor]Que el amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno: amándoos unos a otros en fraternidad; cada uno honrando más a los demás (Rom 12, 4-10).
Estos carismas de Rom 12 pueden dividirse en dos grupos: unos vinculados a la palabra, otros a la acción (verba et gesta). Son dones gratuitos que no pueden estructurarse de manera impositiva, como función que planea por encima de las personas. Sirven a la comunión, es decir, al encuentro personal; por eso, el cuerpo no se puede entender como sistema autónomo, que busca un bien superior a expensas de los miembros, sino a modo de comunicación y encuentro de todos.
Ministerios de la Palabra. Esa comunicación se realiza por la palabra: profecía (testimonio de fe), enseñanza (despliegue del misterio) y consuelo (exhortación dirigida a los más débiles), faltando aquí el apostolado, pues en Roma la iglesia se encuentra ya formada.
Ministerios de la acción. La misma comunicación se realiza también por una actividad, que se expresa en la diaconía (servicio comunitario), participación (entrega generosa de los bienes en favor de los demás), presidencia (dirección de los asuntos comunes) y acción misericordiosa (cercanía humana).
Estos siete ministerios (tres de palabra, cuatro de acción) expresan la comunicación de amor que define y mantiene en unidad el cuerpo de la iglesia. Los dos primeros son profecía (palabra) y diaconía (acción) y a partir de ellos se entienden los restantes. No son funciones burocráticas, al servicio del sistema, ni se estructuran en forma jerárquica, sino que se identifican con la palabra-acción de los creyentes y su gesto de comunicación o apertura mutua. No están aún personalizados de manera que unos sean sólo profetas, otros sólo presidentes...
Todos son ministros, todos carismáticos. No hay en el cuerpo cristiano activos y pasivos, jerarquía y pueblo, pues todos, cada uno en su función, son portadores de palabra y obra en Cristo. Esta es la paradoja: los ministerios deben expresarse, pues forman un cuerpo visible; pero si en un momento dado se vuelven función y se desligan de la vida personal de cada miembro, la iglesia se destruye, volviéndose sistema sobre los creyentes. El carisma o ministerio de la presidencia está al final. Ciertamente, hay en el cuerpo mesiánico algunos que presiden, pero no se dice cuando ni cómo: no se les llama obispos o presbíteros, en el sentido posterior; ni se les concibe como sacerdotes, pues la función sagrada pertenece a todos los creyentes, que deben elevar y elevan su vida a Dios como ofrenda santa y gozosa (cf. Rom 12, 1-2). Organizar la iglesia en función de una presidencia con funciones sacerdotales jerárquicas, iría en contra de la visión de Pablo.
Hay, pues, una iglesia o cuerpo mesiánico donde todos son ministros unos de otros. Así lo había resaltado ya 1 Cor 12, 12-26, diciendo que los miembros son del cuerpo, unos de otros (1 Cor 12, 12). Así lo destaca el final, añadiendo que cada uno ha tomar por más honrados a los demás, especialmente a los más débiles y amenazados (1 Cor 12, 22), invirtiendo así la experiencia religiosa de tipo jerárquico que era dominante en el entorno helenista. La sociedad civil y religiosa se sustentaba en el honor de los honrados, a cuyo servicio debían ponerse los otros. En contra de eso, Pablo quiere que cada creyente se ponga al servicio de los demás, especialmente de aquellos que, conforme al honor del entorno, eran menos honrados. Se rompe así el organigrama de poderes del sistema, que eleva a los grandes (ricos, poderosos, sabios), de manera que en la iglesia han de ser más importantes los que menos tienen, pueden y saben (cf. 1 Cor 12, 23-26).
Unidad desde abajo. De esa forma ha invertido Pablo el principio básico de la antropología cultural y social de su tiempo, presentando el evangelio como principio radical de subversión, en la línea de las bienaventuranzas y el canto de María (derribó a los potentados de sus tronos, elevó a los oprimidos: Lc 1, 53-54). No podía haberse dicho una palabra más revolucionaria contra un orden social y sacral que distingue los "grados de ser", donde los superiores o más nobles dominan por ley sobre los inferiores, como ha ratificado la "filosofía oficial" del platonismo: los buenos dioses moran arriba, los mortales en las partes inferiores; los más perfectos encima, los imperfectos abajo... Esta es la filosofía y religión oficial, este el sistema de la República de Sabios que dirigen por el propio peso de su ciencia y su saber al resto de la sociedad (trabajadores inferiores). Pues bien, fundado en la experiencia de Jesús y convencido de que la ley u orden del mundo ha sido superada, Pablo expone y defiende un anti-orden de gratuidad radical, donde los más importantes son los menos honrados, los expulsados del "cuerpo" (del sistema). Un mundo al revés, esto es lo que ha parecido el evangelio a los "buenos romanos". Quien no haya sentido extrañeza ante esa iglesia de Jesús que rompe la estructura "sacral" del sistema de honores del mundo (del buen platonismo), quien no haya descubierto que ella es, con Cristo, necedad para los griegos y escándalo para los romanos (cf. 1Cor 1), porque quiebra las leyes sagradas de sabiduría y de poder del mundo no ha entendido a Pablo, no ha sentido la inversión del evangelio .
Desde los menos honrados. En este cuerpo eclesial invertido, donde los menos honrados han de recibir más honra (1 Cor 12, 24-25) no puede alzarse un estamento de honoratiores, más honrados, ni establecerse un ordo (senatorial, ecuestre....), como aquel que define la sociedad civil romana. Allí donde la iglesia posterior se afirme afirmando la unidad del cuerpo desde una jerarquía sagrada, de tipo episcopal o presbiteral, definida como signo de Dios o su Cristo, ella podrá ser platónica o romana, pero no paulina, ni cristiana. Según Pablo, los ministerios eclesiales son servicios concretos, no honores, y por eso no se pueden institucionalizar de un modo objetivo, separado de la vida de sus portadores, ni volverse sistema independiente del carisma y de la vida de los creyentes y del cuerpo de la iglesia. Si en un momento dado ella se institucionaliza como sistema perfecto, de manera que el honor de un estamento clerical o la "gracia de estado" de sus miembros superiores se desliga del carisma personal de cada uno y del servicio a los más pobres, ella deja de ser cuerpo mesiánico del Cristo y se vuelve organización sacral del mundo, quizá mejor que otras, pero igualmente mundana, en la línea de los dioses paganos, ontologizados de manera genial por el platonismo.
2.. Rom 16. La mujer y los carismas eclesiales.
Todo lo que ha dicho Pablo, tanto aquí (Rom 12) como en 1 Cor 12-14 (prescindiendo de la glosa posterior de 1 Cor 14, 33b-36) vale igualmente para varones y mujeres, esclavos o libres, griegos o judíos (cf. Gal 3, 28).
Aquí se fundamenta un modelo de iglesia ministerial abierta a todos, varones y mujeres, por igual,que después ha sido poco desarrollado. Por razón de fondo y novedad cristiana, varones y mujeres son, por igual, portadores del carisma de Jesús y así debía haberse expresado en la iglesia.
Pero la misma tradición paulina posterior ha dado marcha atrás, como muestran las Pastorales (1Tim, 2Tim, Tito), reservando los ministerios de presidencia a los varones dentro de un esquema de honores que es propio del buen entorno religioso greco-romano, pero que no responde al evangelio. Aquí recogemos dos textos de las cartas originales de Pablo.
1. Punto de partida. Flp 4 No hay en ese cuerpo jerarquías superiores, que se imponen, ni funciones exclusivas de varones (o mujeres), pues todos han sido llamados al servicio mutuo, en amor gozoso y claridad creadora, donde los más valiosos son aquellos que este mundo tiene en menos. De manera comprensible, la sociedad romana antigua frenó esa novedad y así ha quedado, en la iglesia católica, hasta tiempos actuales. Sólo ahora, superados aquellos condicionamientos sociales, podemos descubrir el cuerpo mesiánico de Pablo, como experiencia y camino de encuentro universal e igualitario en Cristo, superando el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres. Desde ese fondo podemos entender su ruego y confesión:
"Suplico a Evodia y suplico a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor. Y a ti, mi compañero de fatigas, te pido que las ayudes, pues han combatido conmigo, a favor del evangelio" (Flp 4, 2-3).Encontramos aquí dos mujeres (Evodia y Síntique), divididas por algún problema (como tantos que ha tenido Pablo), pero que se han esforzado y se siguen esforzando lo mismo que Pablo y este otro compañero (cuyo nombre ignoramos) a favor de la causa de Jesús. Aquí no hallamos la más mínima expresión de inferioridad o subordinación de los ministerios femeninos: estas mujeres han hecho lo mismo que hace Pablo; son "atletas" del evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Pablo les suplica que se reconcilien, pero no como un padre a sus hijos o como señor a sus inferiores, sino de igual a igual.
2. El ministerio de las mujeres. Rom 16. En este misma línea se sitúa el rico final de Rom, que muchos han tomado como texto independiente, dirigido a otra comunidad (quizá Éfeso), por el conocimiento de personas que supone. No mediamos en la discusión. Nos basta con saber que es un pasaje personal de Pablo que evoca, de forma directa, algunos datos de la vida de una iglesia que él conoce, recordando la extensa gama de su equipo ministerial. Así nos muestra lo que ya sabíamos. Él no esta aislado, sino que anima, acoge y asume como propio un grupo de colaboradores donde predominan las mujeres. Así las presenta de forma normal, sin justificar su presencia, igual que a los varones, como responsables de la vida de la iglesia:
Febe es diaconisa de la iglesia en Cencres (16, 1-2) Prisca (esposa) y Áquila (esposo), son colaboradores de Pablo y presiden una iglesia en su casa (16, 3-5). Pablo no distingue funciones, pero aquí nombra primero a la mujer (cf. 1 Cor 16, 19). María ha trabajado mucho por los cristianos de Roma (16, 6). Andrónico y Junia (¿su esposa?) son parientes de Pablo y le han precedido como apóstoles (16, 7 ). Trifena y Trifosa y Pérsida han trabajado (se han fatigado) por el Señor (16, 12).
Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, creadoras de iglesia), servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de una iglesia doméstica. Esta situación concuerda con la de Galilea e incluso con la de Jerusalén, donde María, madre de Marcos daba nombre a la comunidad reunida en su casa (Hech 12, 12). Estos y otros ministerios, compartidos por varones y mujeres, han brotado de un modo normal, según las necesidades apostólicas y organizativas de la iglesia, por iniciativa de Pablo y sus comunidades, conforme al carisma del Espíritu santo. Todo es, por una parte, humano y muy humano; todo es, por otra, divino en este despliegue que expresa la comunicación del cuerpo de Cristo. Todavía no se ha implantado en la iglesia el patriarcalismo, que triunfará con Pastorales, imponiendo una estructura de poder que es, en principio, extraña al evangelio. Ciertamente, el Jesús pascual sigue actuando por su Espíritu; por eso, Pablo y sus colaboradores han ido suscitando ministerios y trabajos que desbordan los modelos de organización anteriores (sinagoga, casa, escuela filosófica o asociación civil). (Aparecido en
1. Rom 12, 4-10. Cuerpo y Carismas.
Pablo había presentado a Cristo como Cuerpo (cf. 1Cor 12, 12) en el principio de su exposición sobre la iglesia. Ahora (Rom 12) reasume el símbolo y vuelve a presentar al Cristo mesiánico como cuerpo entero, donde todos son miembros de todos, sin cabeza superior ni cuerpo subordinado (tema que sólo aparece más tarde: cf. Col 1, 18; Ef 1, 22) El mismo Cristo es un Cuerpo, cuyos miembros despliegan diversos carismas al servicio del único amor que laounifica y congrega. La unidad no se establece de forma jerárquica, de modo que los superiores dirigen a los inferiores, sino por servicio carismático de todos:
[Cuerpo] Así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, y todos no tienen la misma función; así los muchos somos un cuerpo en Cristo, pero cada uno es miembro de los otros,[Carismas]teniendo carismas distintos, según la gracia que nos ha sido concedida: o bien profecía, conforme a la medida de la fe;o bien diaconía, para servir; o bien el que enseña para enseñar;o bien el que consuela, para consolar; el que comparte, con liberalidad;el que preside, con diligencia; y el que hace misericordia, con alegría.[Amor]Que el amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno: amándoos unos a otros en fraternidad; cada uno honrando más a los demás (Rom 12, 4-10).
Estos carismas de Rom 12 pueden dividirse en dos grupos: unos vinculados a la palabra, otros a la acción (verba et gesta). Son dones gratuitos que no pueden estructurarse de manera impositiva, como función que planea por encima de las personas. Sirven a la comunión, es decir, al encuentro personal; por eso, el cuerpo no se puede entender como sistema autónomo, que busca un bien superior a expensas de los miembros, sino a modo de comunicación y encuentro de todos.
Ministerios de la Palabra. Esa comunicación se realiza por la palabra: profecía (testimonio de fe), enseñanza (despliegue del misterio) y consuelo (exhortación dirigida a los más débiles), faltando aquí el apostolado, pues en Roma la iglesia se encuentra ya formada.
Ministerios de la acción. La misma comunicación se realiza también por una actividad, que se expresa en la diaconía (servicio comunitario), participación (entrega generosa de los bienes en favor de los demás), presidencia (dirección de los asuntos comunes) y acción misericordiosa (cercanía humana).
Estos siete ministerios (tres de palabra, cuatro de acción) expresan la comunicación de amor que define y mantiene en unidad el cuerpo de la iglesia. Los dos primeros son profecía (palabra) y diaconía (acción) y a partir de ellos se entienden los restantes. No son funciones burocráticas, al servicio del sistema, ni se estructuran en forma jerárquica, sino que se identifican con la palabra-acción de los creyentes y su gesto de comunicación o apertura mutua. No están aún personalizados de manera que unos sean sólo profetas, otros sólo presidentes...
Todos son ministros, todos carismáticos. No hay en el cuerpo cristiano activos y pasivos, jerarquía y pueblo, pues todos, cada uno en su función, son portadores de palabra y obra en Cristo. Esta es la paradoja: los ministerios deben expresarse, pues forman un cuerpo visible; pero si en un momento dado se vuelven función y se desligan de la vida personal de cada miembro, la iglesia se destruye, volviéndose sistema sobre los creyentes. El carisma o ministerio de la presidencia está al final. Ciertamente, hay en el cuerpo mesiánico algunos que presiden, pero no se dice cuando ni cómo: no se les llama obispos o presbíteros, en el sentido posterior; ni se les concibe como sacerdotes, pues la función sagrada pertenece a todos los creyentes, que deben elevar y elevan su vida a Dios como ofrenda santa y gozosa (cf. Rom 12, 1-2). Organizar la iglesia en función de una presidencia con funciones sacerdotales jerárquicas, iría en contra de la visión de Pablo.
Hay, pues, una iglesia o cuerpo mesiánico donde todos son ministros unos de otros. Así lo había resaltado ya 1 Cor 12, 12-26, diciendo que los miembros son del cuerpo, unos de otros (1 Cor 12, 12). Así lo destaca el final, añadiendo que cada uno ha tomar por más honrados a los demás, especialmente a los más débiles y amenazados (1 Cor 12, 22), invirtiendo así la experiencia religiosa de tipo jerárquico que era dominante en el entorno helenista. La sociedad civil y religiosa se sustentaba en el honor de los honrados, a cuyo servicio debían ponerse los otros. En contra de eso, Pablo quiere que cada creyente se ponga al servicio de los demás, especialmente de aquellos que, conforme al honor del entorno, eran menos honrados. Se rompe así el organigrama de poderes del sistema, que eleva a los grandes (ricos, poderosos, sabios), de manera que en la iglesia han de ser más importantes los que menos tienen, pueden y saben (cf. 1 Cor 12, 23-26).
Unidad desde abajo. De esa forma ha invertido Pablo el principio básico de la antropología cultural y social de su tiempo, presentando el evangelio como principio radical de subversión, en la línea de las bienaventuranzas y el canto de María (derribó a los potentados de sus tronos, elevó a los oprimidos: Lc 1, 53-54). No podía haberse dicho una palabra más revolucionaria contra un orden social y sacral que distingue los "grados de ser", donde los superiores o más nobles dominan por ley sobre los inferiores, como ha ratificado la "filosofía oficial" del platonismo: los buenos dioses moran arriba, los mortales en las partes inferiores; los más perfectos encima, los imperfectos abajo... Esta es la filosofía y religión oficial, este el sistema de la República de Sabios que dirigen por el propio peso de su ciencia y su saber al resto de la sociedad (trabajadores inferiores). Pues bien, fundado en la experiencia de Jesús y convencido de que la ley u orden del mundo ha sido superada, Pablo expone y defiende un anti-orden de gratuidad radical, donde los más importantes son los menos honrados, los expulsados del "cuerpo" (del sistema). Un mundo al revés, esto es lo que ha parecido el evangelio a los "buenos romanos". Quien no haya sentido extrañeza ante esa iglesia de Jesús que rompe la estructura "sacral" del sistema de honores del mundo (del buen platonismo), quien no haya descubierto que ella es, con Cristo, necedad para los griegos y escándalo para los romanos (cf. 1Cor 1), porque quiebra las leyes sagradas de sabiduría y de poder del mundo no ha entendido a Pablo, no ha sentido la inversión del evangelio .
Desde los menos honrados. En este cuerpo eclesial invertido, donde los menos honrados han de recibir más honra (1 Cor 12, 24-25) no puede alzarse un estamento de honoratiores, más honrados, ni establecerse un ordo (senatorial, ecuestre....), como aquel que define la sociedad civil romana. Allí donde la iglesia posterior se afirme afirmando la unidad del cuerpo desde una jerarquía sagrada, de tipo episcopal o presbiteral, definida como signo de Dios o su Cristo, ella podrá ser platónica o romana, pero no paulina, ni cristiana. Según Pablo, los ministerios eclesiales son servicios concretos, no honores, y por eso no se pueden institucionalizar de un modo objetivo, separado de la vida de sus portadores, ni volverse sistema independiente del carisma y de la vida de los creyentes y del cuerpo de la iglesia. Si en un momento dado ella se institucionaliza como sistema perfecto, de manera que el honor de un estamento clerical o la "gracia de estado" de sus miembros superiores se desliga del carisma personal de cada uno y del servicio a los más pobres, ella deja de ser cuerpo mesiánico del Cristo y se vuelve organización sacral del mundo, quizá mejor que otras, pero igualmente mundana, en la línea de los dioses paganos, ontologizados de manera genial por el platonismo.
2.. Rom 16. La mujer y los carismas eclesiales.
Todo lo que ha dicho Pablo, tanto aquí (Rom 12) como en 1 Cor 12-14 (prescindiendo de la glosa posterior de 1 Cor 14, 33b-36) vale igualmente para varones y mujeres, esclavos o libres, griegos o judíos (cf. Gal 3, 28).
Aquí se fundamenta un modelo de iglesia ministerial abierta a todos, varones y mujeres, por igual,que después ha sido poco desarrollado. Por razón de fondo y novedad cristiana, varones y mujeres son, por igual, portadores del carisma de Jesús y así debía haberse expresado en la iglesia.
Pero la misma tradición paulina posterior ha dado marcha atrás, como muestran las Pastorales (1Tim, 2Tim, Tito), reservando los ministerios de presidencia a los varones dentro de un esquema de honores que es propio del buen entorno religioso greco-romano, pero que no responde al evangelio. Aquí recogemos dos textos de las cartas originales de Pablo.
1. Punto de partida. Flp 4 No hay en ese cuerpo jerarquías superiores, que se imponen, ni funciones exclusivas de varones (o mujeres), pues todos han sido llamados al servicio mutuo, en amor gozoso y claridad creadora, donde los más valiosos son aquellos que este mundo tiene en menos. De manera comprensible, la sociedad romana antigua frenó esa novedad y así ha quedado, en la iglesia católica, hasta tiempos actuales. Sólo ahora, superados aquellos condicionamientos sociales, podemos descubrir el cuerpo mesiánico de Pablo, como experiencia y camino de encuentro universal e igualitario en Cristo, superando el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres. Desde ese fondo podemos entender su ruego y confesión:
"Suplico a Evodia y suplico a Síntique que se pongan de acuerdo en el Señor. Y a ti, mi compañero de fatigas, te pido que las ayudes, pues han combatido conmigo, a favor del evangelio" (Flp 4, 2-3).Encontramos aquí dos mujeres (Evodia y Síntique), divididas por algún problema (como tantos que ha tenido Pablo), pero que se han esforzado y se siguen esforzando lo mismo que Pablo y este otro compañero (cuyo nombre ignoramos) a favor de la causa de Jesús. Aquí no hallamos la más mínima expresión de inferioridad o subordinación de los ministerios femeninos: estas mujeres han hecho lo mismo que hace Pablo; son "atletas" del evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Pablo les suplica que se reconcilien, pero no como un padre a sus hijos o como señor a sus inferiores, sino de igual a igual.
2. El ministerio de las mujeres. Rom 16. En este misma línea se sitúa el rico final de Rom, que muchos han tomado como texto independiente, dirigido a otra comunidad (quizá Éfeso), por el conocimiento de personas que supone. No mediamos en la discusión. Nos basta con saber que es un pasaje personal de Pablo que evoca, de forma directa, algunos datos de la vida de una iglesia que él conoce, recordando la extensa gama de su equipo ministerial. Así nos muestra lo que ya sabíamos. Él no esta aislado, sino que anima, acoge y asume como propio un grupo de colaboradores donde predominan las mujeres. Así las presenta de forma normal, sin justificar su presencia, igual que a los varones, como responsables de la vida de la iglesia:
Febe es diaconisa de la iglesia en Cencres (16, 1-2) Prisca (esposa) y Áquila (esposo), son colaboradores de Pablo y presiden una iglesia en su casa (16, 3-5). Pablo no distingue funciones, pero aquí nombra primero a la mujer (cf. 1 Cor 16, 19). María ha trabajado mucho por los cristianos de Roma (16, 6). Andrónico y Junia (¿su esposa?) son parientes de Pablo y le han precedido como apóstoles (16, 7 ). Trifena y Trifosa y Pérsida han trabajado (se han fatigado) por el Señor (16, 12).
Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, creadoras de iglesia), servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de una iglesia doméstica. Esta situación concuerda con la de Galilea e incluso con la de Jerusalén, donde María, madre de Marcos daba nombre a la comunidad reunida en su casa (Hech 12, 12). Estos y otros ministerios, compartidos por varones y mujeres, han brotado de un modo normal, según las necesidades apostólicas y organizativas de la iglesia, por iniciativa de Pablo y sus comunidades, conforme al carisma del Espíritu santo. Todo es, por una parte, humano y muy humano; todo es, por otra, divino en este despliegue que expresa la comunicación del cuerpo de Cristo. Todavía no se ha implantado en la iglesia el patriarcalismo, que triunfará con Pastorales, imponiendo una estructura de poder que es, en principio, extraña al evangelio. Ciertamente, el Jesús pascual sigue actuando por su Espíritu; por eso, Pablo y sus colaboradores han ido suscitando ministerios y trabajos que desbordan los modelos de organización anteriores (sinagoga, casa, escuela filosófica o asociación civil). (Aparecido en
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