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domingo, 10 de noviembre de 2013

obispos reunidos en Cochabamba esperan una sociedad más renovada, justa, solidaria y equitativa en declaración que pide renovar la Fe y permanecer en el amor y la unidad. "todos somos vasijas de barro, pobres y frágiles, que llevamos dentro un gran tesoro para compartir con los demás.

 Las principales autoridades de la Iglesia Católica de Bolivia congregados en la 96 Asamblea Anual de Obispos en Cochabamba, cerraron este domingo el Año de la Fe en espera de una sociedad más renovada, justa, solidaria y equitativa, la clausura tuvo lugar en la Catedral metropolitana de la ciudad del Valle.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Bolivia (CEB), Monseñor Oscar Aparicio, durante la misa eucarística de este domingo, dio lectura a la declaración de las prerrogativas de los obispos, manifestando que la fe debe ser renovada constantemente y fruto de ello las familias, las personas tendrán mejores situaciones de convivencia.
Tito Solari celebra en la Catedral con todos los obispos de la Conferencia Episcopal
“El Año de la Fe nos brinda el reto de permanecer en el amor y la unidad, de ser escuela de fe para nuestros hijos y de mostrarse con el rostro de Dios en medio de las dificultades. Se dirige a los hombres y mujeres que forjan con tanto esfuerzo su vocación de ser verdaderos padres y madres con un amor incondicional. A los niños y jóvenes que nos regalan su vitalidad alegrando permanentemente su existencia”, manifestó.
El prelado se dirigió a toda la comunidad cristiana católica en el país y dio gracias a Dios y conjuntamente al Papa Francisco. Afirmó que todos “somos vasijas de barro, frágiles y pobres, pero dentro llevamos un gran tesoro y que estamos llamados a compartir con los demás”.
“Creemos que Dios es Padre y es amor. Jesús que lo llama y reconoce como su Padre lo anuncia también como Padre nuestro. Creer en Dios Padre es para nosotros, sus hijos, sabernos fruto de una lección gratuita dispuestos a dialogar con él y sobre todo sentirnos amados, acogidos y perdonados y portadores de un amor que nos desborda”, expresó monseñor Aparicio.
Explicó que creer en un Dios que es Padre, es vivir con confianza, porque el Padre sabe lo que sus hijos necesitan y es celebrar que este mundo tenga un sentido, “porque él nos ama más que a la aves del cielo y a los lirios del campo. Por ende, creer en Dios Padre es sabernos nacidos del amor, pensados desde el amor, sustentados por el amor y caminantes hacia la plenitud del amor”, añadió.
Enfatizó que en la cruz Cristo borró el pecado del mundo y que su pueblo fue perdonado y en su resurrección destruyó la muerte, por ende, aceptar a Jesucristo en nuestras vidas significa tener una experiencia de encuentro y comunión con su estilo de vida lo que “nos lleva a anunciarlos como misioneros valientes”.
Dijo que el Espíritu Santo anima, confirma y fortalece cada día, porque es el que recrea toda la creación y está presente en nuestras vidas y no permite que la fe se adormezca por el tiempo y la rutina, además que motiva las luchas por la justicia y un mundo mejor y renueva en cada amanecer nuestra esperanza.
Por otra parte Aparicio, manifestó que al concluir el Año de la Fe los cristianos deben invocar a Dios como Padre y reafirmar los vínculos de fraternidad y comunión entre hermanos y hermanas en la comunidad cristiana, priorizando a los pobres y afligidos atendiendo sus males y problemas y compromete a todos al servicio del Reino de Dios en una construcción de una sociedad nueva.
“Creemos en la Iglesia de Cristo habitada por el Espíritu Santo, servidora del Reino de Dios en los pobres y sacramento de salvación para todos y la fraternidad universal espacio del reencuentro como hermanos en el Señor resucitado”, sostuvo.

Asimismo, dijo que “la Iglesia es santa y al mismo tiempo pecadora, llamada continuamente a la conversión y convocada a configurarse con su Señor y Maestro. En su seno el Espíritu Santo distribuye los más variados carismas, servicios y ministerios que hace a su vida y misión en el mundo”.
Finalmente resaltó que los cristianos creen en la vida nueva que regala Jesús en su Pascua gloriosa, una vida que ya no tiene término, que es la vida misma de Dios en la abundancia de sus bienes y de la comunión plena con él.
Desde el Vaticano se informó que concluyendo el Año de la Fe, el Papa Francisco encontrará a quienes, de adultos, han decidido convertirse en cristianos. Este encuentro quiere ser un signo: el Año de la Fe termina pero continua para cada cristiano el compromiso de responder cotidianamente al Señor Jesús que invita a ser sus discípulos, envía en el mundo a anunciar el Evangelio y a testimoniar con la vida la alegría de la fe.
A este encuentro están invitados todos los catecúmenos, con sus catequistas y con quienes en las comunidades cristianas, los acompañan en el itinerario de preparación a la celebración de los Sacramentos de la iniciación Cristiana.

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