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domingo, 25 de septiembre de 2011

Mes de octubre. Mes de morado para celebrar al Señor de los Milagros en Gotemburgo. Atención:





 Atención Latinoamericanos. Atención Peruanos

La Cofradía del Señor de los Milagros  convoca a todos los católicos latinoamericanos, especialmente a los hermanos de Perú, Bolivia, Ecuador a celebrar la Fiesta Grande del Santo Patrono uniéndonos a las otras comunidades de cofrades en todos los países donde existe la devoción.

La Celebración Eucarística se llevará  a cabo el dia martes 18 de octubre en Artillerigatan 23 (Capilla provisoria de la Misión Católica en Gamle Stan) a las 18.00 horas
Celebrante: Reverendo padre Jose Luis Retamales.

Dispondremos de textos con la oración y cánticos al Señor de los Milagros . Corbatas, escapularios, detentes y otros objetos de la devocion se pondrán a la  venta el mismo dia.

Al término de la Santa Misa se reunirán los cofrades para compartir en el cafe de la Capilla.

B I E N V E N I D O S
El Directorio de la Cofradía en Gotemburgo, Suecia.



viernes, 23 de septiembre de 2011

la ausencia de Dios se nota cada vez más. hay que vivir íntegramente la fe proclamó Benedicto XVI en Alemania leyendo el Salmo 164 traducido por Lutero


Benedicto XVI mantuvo hoy un encuentro ecuménico con las iglesias alemanas protestantes, en el que elogió a Martin Lutero, las invitó a potenciar lo que las une a los católicos y expresó su "perplejidad" por el avance de las iglesias pentecostales y sectas evangélicas.
En una jornada de marcado carácter ecuménico, el papa Ratzinger viajó en su segundo día de estancia en su país a Erfurt, en la Alemania ex comunista, lugar donde estudió y ejerció Martín Lutero (1483-1546), impulsor de la reforma protestante de 1521, cuya figura volvió a ensalzar Benedicto XVI.
"Como Obispo de Roma, es para mí emocionante encontrarme en el antiguo convento agustino de Erfurt con los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania. Aquí, Lutero estudió teología y fue ordenado sacerdote en 1507", manifestó el papa, que resaltó que "Dios fue la pasión profunda y el centro de la vida y del camino" del agustino.
El papa teólogo señaló que el pensamiento de Lutero y toda su espiritualidad "eran completamente cristocéntricos" y que la "candente pregunta" que se hacia ¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?; "debe convertirse otra vez y de un modo nuevo en una pregunta nuestra".
En esas palabras, los observadores vaticanos vieron una "apertura" del papa hacia las preguntas que se hizo Lutero hace casi 500 años y que acabaron rompiendo con Roma e impulsando el protestantismo.
Benedicto XVI que ya en su primer mensaje como papa dijo que no ahorraría energías en aras de la unidad de los cristianos, aunque está convencido de que la unidad no es cosa de un día, dijo hoy que en estos momentos lo más necesario para el ecumenismo es no perder las grandes cosas que tienen en común.
"La cosa más importante para el ecumenismo es que, presionados por la secularización, no perdamos las grandes cosas que tenemos en común", afirmó al considerar que "fue un error haber visto mayormente aquello que nos separa y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo".
En referencia a la unidad, señaló que "no serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo".
El Pontífice abogó para que los cristianos reconozcan la comunión, unidad, "como nuestro fundamento imperecedero". "Por desgracia, el riesgo de perderla es real. En los últimos tiempos, la geografía del cristianismo ha cambiado profundamente.
Ante una nueva forma de cristianismo que se difunde con un inmenso dinamismo misionero, a veces preocupante en sus formas, las Iglesias confesionales históricas se quedan frecuentemente perplejas", denunció el papa, en alusión a las iglesias pentecostales y las sectas evangélicas.
El papa Ratzinger subrayó que se trata de un cristianismo de "escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad".
Pero agregó que ese fenómeno "mundial" obliga a preguntarse "qué es lo que permanece siempre válido y qué puede o deba cambiarse ante la cuestión de nuestra opción fundamental en la fe".
El papa se refirió a la misericordia de Dios y denunció que los hombres que tanto apelan a la misma están "destruyendo" el mundo con la corrupción, con el poder de la droga "que se nutre del ansia de vida y de dinero y de la avidez de placer de quienes son adictos a ella".
"¿Acaso no está amenazado el mundo por la creciente tendencia a la violencia que se enmascara a menudo con la apariencia de una religiosidad?, se preguntó.
Benedicto XVI volvió a denunciar el mundo "secularizado" actual y dijo que la ausencia de Dios en nuestra sociedad "se nota cada vez más" y está más relegado a la esfera privada.
El papa aseguró que no se debe "adulterar" la fe, "para ser modernos", sino vivirla íntegramente".
Benedicto XVI denunció que actualmente cada persona tiene una "ética personal" y pidió a los protestantes que defiendan juntos la "dignidad inviolable del ser humano, desde la concepción hasta la muerte" y se opongan a la eutanasia.
Tras el encuentro, Benedicto XVI y los líderes religiosos protestantes celebraron en el exconvento de los agustinos un acto ecuménico en el que un obispo evangélico leyó el salmo 164 en la traducción que hizo Lutero sobre la común vocación cristiana para alabar a Dios.

domingo, 11 de septiembre de 2011

infatigable el príncipe de la Iglesia Católica Julio ha pedido recibir un sacudón fuerte para escuchar la voz de Dios sin odiar a nadie, especialmente al hermano que sufre (Foto y texto de OPINION)


Que la gangrena del odio sea desterrada del corazón de los bolivianos, pide el Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB), cardenal Julio Terrazas, al recordar que Dios absuelve los pecados del ser humano, pero también es una enseñanza para que sigamos el ejemplo.

“La capacidad de perdón es un regalo de Dios, no es una consigna que se la va a fabricar para pasar unos días o unos años más o menos tranquilos”, remarcó el prelado en la homilía de este domingo 11 de septiembre. 

“El Señor está listo a perdonar nuestros pecados, los que no estamos listos somos nosotros y por eso es más fácil entrar en esas corrientes subterráneas de odios y rencores que se destapan por aquí y por allá para enfrentarnos”, puntualizó.

FATÍDICO DÍA

El cardenal Terrazas señaló que esta fecha, 11 de septiembre, “va pasar a la historia como el día de las calamidades”, recordando el terror sembrado que “conmovió al mundo entero”, pues hace diez años ocurrió el atentado de las Torres Gemelas, la muerte de 2.800 personas.

La otra “aconteció dentro de nuestra patria y que constituye aún una herida que entre todos tenemos que curar para evitar que la gangrena comience a matar lo poco de vida que nos queda en algunas circunstancias”, remarcó el Presidente de la CEB.
Justamente, un día como hoy hace tres años, ocurría el conflicto en Porvenir, población de Pando, que dejó como saldo la muerte de trece personas, la detención de otras, entre ellas el ex prefecto Leopoldo Fernández, y un juicio que no avanza.

“En medio de estos y otros acontecimientos, en medio de tantas expresiones de desconfianza, en medio de tantas actitudes de soberbia, la Palabra del Señor nos viene a recordar que si bien Él nos perdona y comprende nuestras situaciones, nos pide un cambio, nos pide que seamos capaces de repetir también nosotros el gesto de misericordia y de perdón que Él tiene con aquellos que lo ofenden”. 

NO NOS NEGUEMOS AL PERDÓN DE DIOS



Este domingo, las lecturas hablan del perdón, con la pregunta de Pedro al Jesucristo, consultándole si había que perdonar siete veces y el Señor le dice “hasta 70 veces siete”, lo que implica “perdonar siempre” y no llevar la cuenta de cuántas veces conmutamos a quienes nos ofenden o nos hacen daño.

“No solo hay que perdonar porque está mandado”, remarcó el Cardenal al manifestar que el perdón no debe ser sólo palabras huevas, sino desde el corazón.
La clemencia de Dios “nos enseña, nos mete dentro del alma una capacidad, una capacidad que viene de Dios y no de ningún proyecto humano, la capacidad de perdonar, la capacidad de olvidar, la capacidad que nos pone en marcha no para ir multiplicando odios y rencores por todas partes, sino la capacidad de ir creando caminos de convergencia, caminos de solidaridad, caminos de perdón”.

“Necesitamos hacer un sacudón fuerte entre nosotros creyentes, un sacudón fuerte en nuestra sociedad”, remarcó el Presidente de la CEB y Arzobispo de Santa Cruz, señalando que al ser el mes cruceño también “se escuche la voz de Dios que nos pide cumplir los mandamientos y no odiar a nadie, no ser de aquellos que dicen amar a Dios y no pueden ver al hermano, sobre todo al hermano que sufre”.
En la homilía, el cardenal Terrazas también expresó la solidaridad de la Iglesia con el dolor de las familias que han perdido sus seres queridos en el accidente de Aerocon. Y destacó que en Minor Vidal “¡se cumple en él la palabra de Pablo!“ Si vivimos, con el Señor vivimos, si morimos, con el Señor morimos” porque tanto la vida como la muerte tienen sentido en este Señor que nos quiere, que nos ama y que siempre nos busca para que podamos responderle con más claridad”.

sábado, 10 de septiembre de 2011

una vez mas la Iglesia convoca al diálogo para evitar violencia y luto. su serena palabra dirigida a los gobernantes se difundió en Radio Vaticana que invitó al Cardenal Julio a una entrevista reciente


El cardenal Julio Terrazas  convocó a autoridades de gobierno a retomar el diálogo con los pueblos indígenas que defienden el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) y evitar escenarios de confrontación entre bolivianos. Terrazas lamentó que a pesar de los intentos de instalar mesas de diálogo no se haya logrado una solución a este conflicto.
La VIII marcha indígena partió de la localidad de San Borja y en los próximos días prevé arribar a Yucumo, donde colonizadores de la región han instalado, hace más de una semana, un bloqueo que según anunciaron sus dirigentes no dejará pasar a los indígenas .
“Lastimosamente, hasta este momento no se ha encontrado una solución que pueda satisfacer a ambas partes. Apoyamos lo que es diálogo, estamos convencidos de que si no tomamos en este camino nos vamos perder en confrontaciones inútiles”, advirtió el prelado en entrevista con la Radio Vaticana.
El cardenal Terrazas, lamentó el fallecimiento de un segundo niño “que viene a ser una víctima quizá de la dureza de no poder sentarse y enfocar los problemas  en forma global para bien de todo el país y no sólo para bien de algunos”
El purpurado pidió “en especial a los responsables del país”  ayuden a “guardar la calma” sobre todo con los grupos que puedan estar de acuerdo con una opción porque esta posición pude derivar en un enfrentamiento  entre los grupos minoritarios de tierras bajas y los grupos mayoritarios de tierras altas
“Los grupos mayoritarios de montaña o altura deberían mirar con respeto y espíritu solidario a los minorías indígenas de llanos y trópico que no son numerosos pero esperan que conciencia y dignidad no sea pisoteada absolutamente por nadie. Ante un posible enfrentamiento  es importante que todavía asuman y avalen una solución que dignifique a todos”, afirmó.

Colonizadores advierten sobre posible choque con marcha indígena

imageBloqueo que intenta impedir el paso de los marchistas en Yucumo.
El ejecutivo de la Confederación de Comunidades Interculturales de Bolivia, Pedro Calderón, no descartó que los colonizadores usen la violencia para frenar la marcha en defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
Calderón manifestó que “puede haber enfrentamiento, pero no queremos esto, hay mucha gente que reniega en nuestra organización, por qué no asisten a dialogar los dirigentes del TIPNIS con el gobierno, cuando llegan los ministros silban, gritan y no se puede dialogar así, si los ministros son iguales”.
Calderón deslindó responsabilidad por la resolución que podrían adoptar sus bases en el ampliado nacional que se verificará este sábado.
De acuerdo con el dirigente nacional se tiene prevista la llegada de dirigentes del interior del país y de colonizadores de base para fortalecer el bloqueo.
No obstante el surazo que afecta a esta región y las precipitaciones fluviales, hace que los bloqueadores se mantengan en el bloqueo recurriendo en turnos de las distintas comunidades, bajo lista. ERBOL.

martes, 6 de septiembre de 2011

sacerdote que participó de la Jornada Mundial de la Juventud recogió los textos del Santo Padre y los agrupó en 10 pensamientos que ahora expone con claridad


Ante la riqueza del pensamiento de Benedicto XVI sobre los temas del mundo, el hombre, Dios, Jesucristo, el seguidor coherente, la Iglesia y el destino final, se me ocurrió la idea de presentar diez pensamientos, los más significativos en mi modesta opinión.

EL MUNDO ACTUAL Todos protagonistas en la construcción de un mundo humanizado, familia para sus moradores. En las diversas alocuciones, el Papa propuso la meta y la situación actual del mundo y de sus protagonistas
1 “Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento“ (Primera homilía).
LA DIGNIDAD HUMANA.
No podía faltar en el pensamiento humanista del Papa Ratzinger hablar de la dignidad de toda persona, de cómo los discapacitados son una fuente de amor, y cómo todos deben buscar con ilusión la verdad con amor. Urge educar al hombre nuevo, que, entre otros rasgos debe sentirse poseído por la verdad. La doctrina de Jesús nos motiva a todos, especialmente a los enfermos. Gran secreto: descubrir la riqueza del sufrimiento por la serenidad y con amor.
2 Sufrir por amor. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo» (Viacrucis).
DIOS, RELACIÓN DE AMISTAD
Ante el eclipse Dios, toda persona sea consciente de su necesidad y el creyente que se sienta amado por Dios Padre. Es Jesús nuestro Maestro y camino hacia Dios quien nos revela la fe como una relación coherente y el amor con Dios como una amistad.
El eclipse de Dios. “El encuentro personal con Cristo que nutre vuestra consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas; y cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza» (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011, 1).
4 Pero Dios nos ama. “Permanecer en su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios“ (Vigilia).
5 Y la vida como una amistad con Dios. “Queridos jóvenes, para descubrir y seguir fielmente la forma de vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares? Santa Teresa de Jesús decía que la oración es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (cf. Libro de la vida, 8) (Vigilia)
CRISTO, AMIGO Y HERMANO
Cristo, camino, verdad y vida nos llama a ser amigos suyos. Ahí radica el secreto del cristiano, en vivir la fe como una amistad con Cristo. Pero la amistad de quien interioriza el mensaje de Jesús y orienta su vida colaborando en la obra del Señor. En un mundo confuso urge definir bien la identidad del cristiano, seguidor de Jesús con un gran ideal, el de la Buena Nueva manifestada en las actitudes y respuestas que el Maestro enseñó y testimonió. Hoy más que nunca hay que presentar la fe completa con la exigencia de radicalidad, con la santidad de vida a imitación del Señor que espera una respuesta valiente de parte de los discípulos seguidores suyos
El secreto, Cristo como amigo. “Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo“ (Primera homilía).
7 La fe como relación personal con Cristo. La fe “supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo (Homilía final).
LA IGLESIA Con claridad Benedicto XVI puntualizó criterios básicos sobre la Iglesia y el modo de vivir en comunión. Dos principios: no separar a Cristo de su Iglesia y no pretender vivir el cristianismo aislado. Urge descubrir la vocación en la Iglesia y colaborar en las tareas eclesiales, cada uno según su vocación específica. Todos con amor hacia quien nos engendró en la fe. Al cristiano en comunión le corresponde pasar del testimonio genérico a la evangelización y al fermento en medio de la masa. Todos, como misioneros aceptando el sacrificio que impone el servicio.
8 No aislados, sino en comunión con la Iglesia.” Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él” (Homilía final).
9 No separar a Cristo de su Iglesia.” Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza” (Homilía final).
LA ÚLTIMA META La esperanza es la gran motivación para la plenitud humana y cristiana. Con Cristo caminamos hacia los bienes futuros, hacia la última meta. Urge presentar en un mundo escéptico, a Cristo salvador universal.
10 Con Cristo caminamos hacia los bienes futuros. “El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio” 

jueves, 1 de septiembre de 2011

no resisto a insertar un texto de oro de un sacerdote jesuíta, que además es el Cardenal de BsAs. en cuyas calles y plazas reza por "ciudadanos a medias" entre otros


Con mirada de creyente y de pastor
Cuando rezo por la ciudad de Buenos Aires agradezco el hecho de que sea la ciudad en que nací. El cariño que brota de tal familiaridad ayuda a encarnar la universalidad de la fe que abraza a todos los hombres de toda ciudad. Ser ciudadano de una gran ciudad es algo muy complejo hoy en día, ya que los vínculos de raza, historia y cultura no son homogéneos y los derechos civiles tampoco son plenamente compartidos por todos los habitantes.
En la ciudad hay muchísimos “no-ciudadanos”, “ciudadanos a medias” y “sobrantes”: o porque no tienen plenos derechos –los excluidos, los extranjeros, las personas indocumentadas, los chicos no escolarizados, los ancianos y enfermos sin cobertura social-; o porque no cumplen con sus deberes. En este sentido la mirada trascendente de la fe que lleva al respeto y al amor al prójimo ayuda a “elegir” ser ciudadano de una ciudad concreta y a poner en práctica actitudes y comportamientos que crean ciudadanía.
La mirada que quiero compartir con ustedes es la de un pastor que busca profundizar en su experiencia de creyente, de hombre que cree que “Dios vive en su ciudad”[1]. En su “Sermón sobre los pastores”, San Agustín distinguía dos cosas distintas: la primera –decía- es que somos cristianos y la segunda, que somos obispos. Al situarnos ante la ciudad moderna, con sus imaginarios sociales tan diversos, puede ayudar este ejercicio de distinguir miradas. No para dejar de mirar como pastor al rebaño que nos fue encomendado sino para ahondar en esa mirada de fe simple que tanto le agradaba encontrar al Señor sin que le importaran raza, cultura o religión. Porque la mirada de fe descubre y crea ciudad.
Jesús en la ciudad
Las imágenes del evangelio que más me gustan son las que muestran lo que suscita Jesús en la gente cuando se encuentra con ella en la calle. La imagen de Zaqueo quien, al enterarse de que Jesús ha entrado en su ciudad, siente que se le despierta el deseo de verlo y corre a subirse al árbol. La fe hará que Zaqueo deje de ser un vendepatrias al servicio propio y del imperio y pase a ser ciudadano de Jericó, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad con sus conciudadanos. La imagen de Bartimeo, que cuando el Señor le concede la gracia que desea –“Señor, que yo vea”-, lo sigue por el camino.
Por la fe Bartimeo deja de ser un marginal tirado al borde del camino y se convierte en protagonista de su propia historia, caminando con Jesús y el pueblo que lo seguía. La imagen de la hemorroisa, que toca su manto en medio de una multitud que apretuja al Señor por todos lados y atrae su mirada respetuosa y llena de cariño. Por la fe la hemorroisa se incluye en una sociedad que discriminaba a la gente por ciertas enfermedades consideradas impuras.
Son imágenes de encuentros fecundos. El Señor simplemente “pasa haciendo el bien”. Y uno se maravilla al ver lo que hay en el corazón de tantas personas que, excluidas para la sociedad e ignoradas por muchos, al entrar en contacto con el Señor se llenan de vida plena y esta vida crece integralmente, mejorando la vida de la ciudad.
En sintonía con el evangelio, la afirmación feliz de Aparecida que dice “La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad” es una respuesta de fe ante el desafío inmenso que representan las ciudades actuales. Nos lleva a querer “recomenzar desde el encuentro con Cristo”[2] y no desde posturas eticistas o ilustradas. Como decía en “El sacerdote y la ciudad”[3], Aparecida constata un cambio de paradigma en la relación entre el sujeto cristiano y las culturas que se elaboran en esos grandes laboratorios que son las mega polis modernas: “El cristiano de hoy no se encuentra más en la primera línea de la producción cultural, sino que recibe su influencia y sus impactos”[4]. Las tensiones que el análisis de las ciencias nos pone ante los ojos pueden causar miedo y sentimientos de impotencia pastoral. Sin embargo, la certeza de que Dios vive en la ciudad nos llena de confianza y la esperanza de la Ciudad santa que baja del cielo[5] nos infunde coraje apostólico. Como a Zaqueo, la buena noticia de que el Señor ha entrado en la ciudad, nos dinamiza y nos hace salir a la calle.
El tono de Aparecida para mirar “La pastoral urbana”
El apartado sobre La pastoral urbana es un buen ejemplo del esfuerzo de Aparecida por encontrar el tono evangélico para mirar la realidad. Si uno relee los cinco primeros puntos se nota un intento de mirada más sociológica, por decirlo así. Resuenan primero el cambio de paradigma y la complejidad de la cultura plural (509), los nuevos lenguajes (510), las complejas transformaciones socioeconómicas, culturales, políticas y religiosas (511), las diferencias sociales, las tensiones desafiantes: tradición-modernidad, globalidad-particularidad, inclusión-exclusión…etc. (512). Pero sucede algo curioso: el desarrollo de este lenguaje tiene un punto de inflexión en el parágrafo siguiente. Es como si se tratara de tomar aire ante tanta complejidad: se valora, entonces, el pasado (“la Iglesia en sus inicios se formó en las grandes ciudades de su tiempo y se sirvió de ellas para extenderse”) y se señalan experiencias de renovación. Pero la impresión es que estas son “poca cosa” ante la magnitud de los cambios descriptos anteriormente. El texto quiere invitar a la alegría y a la valentía pero surge la palabra “miedo a la pastoral urbana”: tendencias a encerrarse, a estar a la defensiva, sentimientos de impotencia ante las grandes dificultades de las ciudades” (513).
Vienen entonces los tres puntos siguientes en los que el tono del lenguaje cambia notablemente. El punto 514 es un pequeño himno de fe, una especie de Salmo en el que la ciudad brilla como lugar de encuentro. Escuchemos cómo suena:
La fe nos enseña que Dios vive en la ciudad,
en medio de sus alegrías, anhelos y esperanzas,
como también en sus dolores y sufrimientos.
Las sombras que marcan lo cotidiano de las ciudades,
violencia, pobreza, individualismo y exclusión,
no pueden impedirnos que busquemos
y contemplemos al Dios de la vida
también en los ambientes urbanos.
Las ciudades son lugares de libertad y oportunidad…
En ellas las personas tienen la posibilidad de conocer a más personas,
de interactuar y convivir con ellas…
En las ciudades es posible experimentar
vínculos de fraternidad, solidaridad y universalidad.
En ellas el ser humano está llamado a caminar
siempre más al encuentro del otro,
convivir con el diferente,
aceptarlo y ser aceptado por él.
El tono ha cambiado. Y hace que cambie la mirada. Resuena aquí la pregunta que se hacía y nos hacía el Papa en su discurso inaugural: “¿qué es la realidad sin Dios?”[6]. La misma pregunta nos la podemos hacer con respecto a la ciudad: ¿Qué es la ciudad sin Dios? Sin un punto de referencia fundante y absoluto (al menos buscado) la realidad de la ciudad se fragmenta y se diluye en mil particularidades sin historia y sin identidad. ¿En qué termina una mirada sobre la ciudad si no se centra en una fe abierta a lo trascendente? Para ver la realidad hace falta una mirada de fe, una mirada creyente. Si no, la realidad se fragmenta.
Aparecida asumió este desafío al privilegiar una “mirada de discípulos misioneros sobre la realidad” (I parte. Cap.1 Nros. 19-32) que centrara todas las demás miradas: “Necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo (y la cultura late y se elabora en las ciudades), aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. En Cristo Palabra, Sabiduría de Dios (cfr. 1 Cor 1, 30), la cultura (y cada ciudad) puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio y su dimensión adecuada” (Ap 41).
El parágrafo siguiente es un canto a la esperanza. La mirada puesta en la Ciudad santa que baja del Cielo instala la idea de cercanía y de acompañamiento. Nuestro Dios es un Dios que ha instalado su tienda de campaña entre nosotros (515).
El último párrafo es un esbozo de himno a la caridad, en el que el servicio de la Iglesia es fermento que transforma y realiza la Ciudad Santa en la ciudad actual (516).
De esta manera, los puntos 517-518, que son una larga lista de concreciones pastorales se hace en un lenguaje de tono propositivo y de recomendación. Explícitamente se cambió el tono ya que en la primera redacción se decía “optamos por” una pastoral urbana que… Y en la redacción final quedó: “la conferencia “propone y recomienda” una nueva pastoral urbana que… salga al encuentro, acompañe, sea fermento.
Imaginario teológico cristiano para la ciudad
En este tono de consolación surgieron las categorías de encuentro, acompañamiento y fermento que Aparecida nos propone para salir a las calles de la ciudad actual. Las consecuencias pastorales ad extra de estas actitudes y de otras saldrán en las distintas ponencias de este congreso. Más bien quisiera ahora dar un paso hacia adentro –en una especie de repliegue existencial y espiritual- para ahondar en el efecto que estas actitudes producen en nuestra mirada, en nuestro imaginario teológico. Si es verdad que se ha pasado de un sujeto cristiano cuya mirada estaba “por encima” de la ciudad, modelándola, a un sujeto que está inmerso en la coctelera de la hibridación cultural y sufre sus influencias e impactos, es necesario reconectarnos con lo “específico cristiano” para poder dialogar con todas las culturas: con una cultura cristiana, inspirada en la fe, cuya estructura de valores nos hace sentir como en casa; con una cultura pagana, cuyos valores se pueden discernir con cierta claridad; y con una cultura hibrida y múltiple como la que se gesta ahora, que requiere más discernimiento.
Ser pueblo y construir ciudades van de la mano. Y ser pueblo de Dios y habitar en la ciudad de Dios, también. En este sentido el imaginario teológico puede ser levadura para todo imaginario social.
Ya en el Éxodo, en el pueblo peregrino y en formación, cada acampada tiene en sí el germen de una ciudad; y la promesa de la tierra que mana leche y miel se concreta en el Apocalipsis, escatológicamente, en la Ciudad santa, la Jerusalén celeste que baja de cielo.
Las imágenes reveladas de la ciudad prometida (la tierra prometida) y de la ciudad regalada (que baja del cielo como una novia) responden y dinamizan a los anhelos que están siempre operantes en todo imaginario social humano, operante en la construcción de la ciudad.
También las imágenes del sueño truncado de Babel –la ciudad autosuficiente que llega al cielo- y de la anticiudad consolidada que se extiende en la tierra –Babilonia- expresan (y si uno quiere ayudan a exorcizar) los miedos y angustias del hombre al sentir que participa en la construcción de la anticiudad que lo devora.
Las imágenes más fecundas que el imaginario evangélico ofrece a todo imaginario social son las imágenes del Reino de los Cielos. Sus ciudadanos no lo defienden con armas (como le dice Jesús a Pilato); al vivirlo como puro don (como tesoro en medio de un campo) comparten con todos sus beneficios (las ramas del árbol que fue un pequeño granito de mostaza cobijan a todos los pájaros del cielo y la invitación al banquete de bodas se hace extensiva a los pobres y excluidos); el trabajo en la viña dignifica a todos por igual y las relaciones de perdón de deudas y de producir cada uno lo mejor de sí (parábola de los talentos) fecundan los anhelos ciudadanos más profundos.
En este punto estoy convencido de que profundizar en el imaginario evangélico de la ciudad, para proponerlo en toda su riqueza a la ciudad actual, es un servicio que hacemos y que puede ensanchar la esperanza común que compartimos con todos los que habitan nuestra ciudad y motivar un actuar común presidido por la caridad.
Miradas que iluminan y miradas que oscurecen la ciudad
Como se ve, ya desde el punto de partida se concibe “lo específico cristiano” como “levadura que ya está leudando la masa”. Y esto es lo mismo que sentirnos “apremiados” por un Dios que ya está viviendo en la ciudad, mezclado vitalmente con todos y con todo. Es una reflexión que nos sorprende siempre ya con las manos en la masa, comprometidos con la situación del hombre concreto tal como se da, involucrados con todos los hombres en una única historia de salvación.
Nada, por tanto, de propuestas ilustradas, rupturistas, asépticas, que parten de cero, que toman distancia para “pensar” cómo habría que hacer para que Dios viviera en una ciudad sin dios. Dios ya vive en nuestra ciudad y nos urge –mientras reflexionamos- salir a su encuentro, para descubrirlo, para construir relaciones de cercanía, para acompañarlo en su crecimiento y encarnar el fermento de su Palabra en obras concretas. La mirada de fe crece cada vez que ponemos en práctica la Palabra. La contemplación mejora en medio de la acción. Actuar como buenos ciudadanos –en cualquier ciudad- mejora la fe. Pablo recomendaba desde el comienzo “ser buenos ciudadanos” (Cfr. Rm 13, 1). Es la intuición del valor de la inculturación: vivir a fondo lo humano, en cualquier cultura, en cualquier ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad (le gana el corazón).
El pastor que mira a su ciudad con la luz de la fe combate la tentación de la “no mirada”, del “no ver”. El no ver, que el Señor reprocha con tanta insistencia en el evangelio, tiene muchas formas: la de la ceguera pertinaz de los escribas y fariseos, la del encandilamiento no sólo de “las luces del centro”, como dice el tango[7], sino de la misma revelación con la que se tientan los apóstoles “bajo apariencia de bien”[8]; también está el no mirar de los que “pasan de largo”… Pero hay un nivel más básico de esta “no mirada”. Es difícil de categorizar pero se puede describir. En algunos discursos se entrevé que la perspectiva brota de una especie de “nivelación de miradas”, si se me permite hablar así. La mirada de fe no se valora existencialmente como don de Dios al hombre que se sitúa en la frontera de la existencia para ser mirado y mirar al Dios vivo, sino que se considera la mirada de fe en cuanto “resultado”, por decirlo de alguna manera, en cuanto “lo que ya se ha dicho sobre algún tema en algún documento”. Esta mirada de fe se pone al lado de las miradas de la ciencia o de los medios y casi inmediatamente se cataloga de “anticuada” o “no puesta al día” ante la mirada de alguna ciencia que muestra cosas novedosas. En esta mirada el que habla o escribe se ubica a sí mismo en una suerte de lugar privilegiado desde donde “objetiva” la postura tradicional y el nuevo paradigma.
Es verdad que todo mirar y reflexionar tiene un carácter comparativo, pero el punto clave es si hay voluntad de “ruptura” o como dice Benedicto XVI hablando de las interpretaciones del Concilio Vaticano II, voluntad de “renovación en la continuidad de un único sujeto que crece y se desarrolla permaneciendo siempre el mismo” [9].
En términos de vida podríamos decir que la “no mirada” es la de un sujeto “abstracto” (no vivo) que mira cosas abstractas desde paradigmas abstractos. En cambio la mirada de fe es la de un sujeto vivo –el pueblo de Dios en camino, como dice el Papa -, que mira eclesialmente realidades vivientes en medio de las cuales Dios vive también.
Lo que quiero decir es que las “no-miradas” son de “no-sujetos” y la ciudad, al igual que la Iglesia, necesita mirada de sujetos (eclesiales y ciudadanos, según el caso).
¿Cómo podemos estar seguros de que la mirada de fe no cae en lo mismo que criticamos? Creo que esta mirada no se puede valorar a priori sino que se justifica por sus frutos. Carece del impacto mediático de las hermenéuticas rupturistas pero da fruto a largo plazo. ¿Qué frutos?
En primer lugar, los actos de fe acrecientan y mejoran la propia fe. Al mismo tiempo ayudan a discernir y rechazar varias tentaciones.
Se puede decir que la mirada de fe nos lleva a salir cada día y siempre más al encuentro del prójimo que habita en la ciudad. Nos lleva a salir al encuentro porque esta mirada se alimenta en la cercanía. No tolera la distancia, pues siente que la distancia desdibuja lo que desea ver; y la fe quiere ver para servir y amar, no para constatar o dominar. Al salir a la calle la fe limita la avidez de la mirada dominadora y cada prójimo concreto al que mira con deseos de servir le ayuda a focalizar mejor a su “objeto propio y amado”, que es Jesucristo venido en carne. El que dice que cree en Dios y “no ve” a su hermano, se engaña.
Las mejoras en la fe en ese Dios que vive en la ciudad, renuevan la esperanza de nuevos encuentros. La esperanza nos libra de esa fuerza centrípeta que lleva al ciudadano actual a vivir aislado dentro de la gran ciudad, esperando el delivery y conectado sólo virtualmente. El creyente que mira con la luz de la esperanza combate la tentación de no mirar que se da o por vivir amurallado en los bastiones de la propia nostalgia o por la sed de curiosear. La suya no es la mirada ávida del “a ver qué pasó hoy” de los noticieros. La mirada esperanzada es como la del Padre misericordioso que sale todas las mañanas y las tardes a la terraza de su casa a ver si regresa su hijo pródigo y apenas lo ve de lejos, corre a su encuentro y lo abraza. En este sentido, la mirada de fe, a la vez que se alimenta de cercanía y no tolera la distancia, tampoco se sacia con lo momentáneo y coyuntural y por eso, para ver bien, se involucra en los procesos que son propios de todo lo vital. La mirada de fe, al involucrarse, actúa como fermento. Y, como los procesos vitales requieren tiempo, acompaña. Nos salva así de la tentación de vivir en ese tiempo”puntillar” propio de la postmodernidad.
Si partimos de la constatación de que la anticiudad crece con la no mirada, que la mayor exclusión consiste en ni siquiera “ver” al excluido –el que duerme en la calle no se ve como persona sino como parte de la suciedad y abandono del paisaje urbano, de la cultura del descarte, del “volquete”- la ciudad humana crece con la mirada que “ve” al otro como conciudadano. En este sentido la mirada de fe es fermento para una mirada ciudadana. Por eso podemos hablar de un “servicio de la fe”: de un servicio existencial, testimonial, pastoral.
Mirada que incluye sin relativizar
¿Estoy diciendo que la fe, por sí sola, mejora la ciudad? Sí, en el sentido de que sólo la fe nos libera de las generalizaciones y abstracciones de una mirada ilustrada que sólo da como frutos más ilustraciones. La cercanía, el “involucramiento” y el sentir cómo el fermento hace crecer la masa, llevan a la fe a desear mejorar lo suyo propio, lo específico cristiano: para poder ver indivise et inconfuse al otro, al prójimo, la fe desea “ver a Jesús”. Es una mirada que, para incluir, se limita y se clarifica a sí misma.
Si nos situamos en el ámbito de la caridad, podemos decir que esta mirada nos salva de tener que relativizar la verdad para poder incluir.
La ciudad actual es relativista: todo es válido, y puede que caigamos en la tentación de que para no discriminar, para incluir a todos, a veces sintamos que es necesario “relativizar” la verdad. No es así. El Dios nuestro que vive en la ciudad y se involucra en su vida cotidiana no discrimina ni relativiza. Su verdad es la del encuentro que descubre rostros y cada rostro es único. Incluir personas con rostro y nombre propios no implica relativizar valores ni justificar antivalores, sino que no discriminar y no relativizar implica tener fortaleza para acompañar procesos y la paciencia del fermento que ayuda a crecer. La verdad del que acompaña es la de mostrar caminos hacia adelante más que juzgar encierros pasados.
La mirada del amor no discrimina ni relativiza porque es misericordiosa. Y la misericordia crea la mayor cercanía, que es la de los rostros, y como quiere ayudar de verdad busca la verdad que más duele -la del pecado-, pero para encontrar el remedio verdadero. Esta mirada es personal y comunitaria. Se traduce en la agenda, marca tiempos más lentos que los de las cosas (acercarse a un enfermo requiere tiempo), y crea estructuras acogedoras y no expulsivas, cosa que requiere también tiempo.
La mirada de amor no discrimina ni relativiza porque es mirada de amistad. Y a los amigos se los acepta como son y se les dice la verdad. Es también una mirada comunitaria. Lleva a acompañar, a sumar, a ser uno más al lado de los otros ciudadanos. Esta mirada es la base de la amistad social, del respeto de las diferencias, no sólo económicas sino también las ideológicas. Es también la base de todo el trabajo del voluntariado. No se puede ayudar al que está excluido si no se crean comunidades inclusivas.
La mirada del amor no discrimina ni relativiza porque es creativa. El amor gratuito es fermento que dinamiza todo lo bueno y lo mejora y transforma el mal en bien, los problemas en oportunidades. El pastor que mira con mirada de agape descubre las potencialidades que están activas en la ciudad y empatiza con ellas, fermentándolas con el evangelio.
Estas tres propiedades de la mirada y del actuar del pastor no son fruto de una descripción piadosa sino de un discernimiento que proviene del “objeto” (si se nos permite hablar así, ya que el Señor resucitado es mucho más que un objeto) que contemplamos y de la persona a quien servimos. Un Dios vivo en medio de la ciudad requiere profundizar en el camino de esta mirada que proponemos.
No es un mirarse al ombligo como lo es el “mirar cómo miramos”. Porque la ciudad, como los desiertos, produce espejismos. Y con la mejor intención puede ser que nos engañemos. La fe siempre se ve desafiada a superar espejismos. Nos hemos desengañado (algunos quizás demasiado) del espejismo de las ideologías políticas, de mirar no sólo las ciudades sino todo el Continente desde ideologías que proponían caminos rápidos para lograr la justicia. El precio fue la violencia y una desvalorización de la política que recién hace poco está comenzando a revertirse.
Hoy hay otros espejismos. Quizá por contraposición temporal se puede discernir su raíz. Si los espejismos políticos exigían un paso rápido a la acción, los espejismos ilustrados más bien “retardan”. El punto aquí es si la teoría se vuelve tan complicada que en vez de suscitar “salidas apostólicas” suscita “discusiones sobre planes apostólicos”.
Conclusión
Dios vive en la ciudad y la Iglesia vive en la ciudad. La misión no se opone a tener que aprender de la ciudad –de sus culturas y de sus cambios- al mismo tiempo que salimos a predicarle el evangelio. Y esto es fruto del evangelio mismo, que interactúa con el terreno en el que cae como semilla. No sólo la ciudad moderna es un desafío sino que lo ha sido, lo es y lo será toda ciudad, toda cultura, toda mentalidad y todo corazón humano.
La contemplación de la Encarnación, que San Ignacio presenta en los Ejercicios Espirituales, es un buen ejemplo de la mirada que aquí se propone[10]. Una mirada que no se queda empantanada en ese dualismo que va y vuelve constantemente de los diagnósticos a la planificación, sino que se involucra dramáticamente en la realidad de la ciudad y se compromete con ella en la acción. El evangelio es un kerygma aceptado y que impulsa a transmitirlo. Las mediaciones se van elaborando mientras vivimos y convivimos.
En la contemplación de la Encarnación, San Ignacio nos hace “mirar cómo mira” al mundo la Santísima Trinidad. La mirada que propone Ignacio no es la que asciende del tiempo a la eternidad en busca de la visión beatífica definitiva para luego “deducir” un orden temporal ideal. Ignacio propone una mirada que le permita al Señor “nuevamente encarnarse” (EE 109) en el mundo tal como está. La mirada de las tres personas es una mirada “que se involucra”. La Trinidad mira todo: “toda la planicie o redondez del mundo y a todos los hombres”, y hace su diagnóstico y su plan pastoral. “Viendo” cómo los hombres se pierden la Vida plena (“descienden al infierno”), “se determina en su eternidad (Ignacio penetra en el deseo más íntimo y definitivo del corazón de Dios, la voluntad salvífica de que todos los hombres vivan y se salven) que la segunda Persona se haga hombre para salvar al género humano” (EE 102). Esta mirada universal se vuelve concreta inmediatamente. Ignacio nos hace mirar “particularmente la casa y aposentos de Nuestra Señora, en la ciudad de Nazaret, en la provincia de Galilea” (EE 103).
La dinámica es la misma de Juan en el lavatorio de los pies: la conciencia lúcida y omniabarcativa del Señor (sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos) lo lleva a ceñirse la toalla y lavar los pies a sus discípulos. La visión más honda y más alta no lleva a nuevas visiones sino a la acción más humilde, situada y concreta.
Teniendo en cuenta estas reflexiones, y para concluir, podemos decir que la mirada del creyente sobre la ciudad, se resuelve en tres actitudes concretas:
El salir de sí al encuentro del otro se resuelve en cercanía, en actitudes de projimidad. Nuestra mirada siempre tiene que ser salidora y cercana. No autorreferencial sino trascendente.
El fermento y la semilla de la fe se resuelve en el testimonio (si sabiendo estas cosas las ponen en práctica, serán felices). Dimensión martirial de la fe.
Y el acompañamiento se resuelve en la paciencia, en la hypomoné, que acompaña procesos sin maltratar los límites.
Por este lado me parece va el servicio que, como hombres y mujeres creyentes, podemos brindar a nuestra ciudad.
Buenos Aires, 25 de agosto de 2011
Card. Jorge Mario Bergoglio s.j.