Vistas de página en total

jueves, 17 de julio de 2008

"un ferviente llamado a católicos y no católicos para acercarse a Dios..."

Ante «una vibrante imagen de la Iglesia universal», reflejada en los miles y miles de jóvenes de tantas naciones y culturas, que «muestran que verdaderamente la Buena Nueva de Cristo es para todos y cada uno», el Papa ha dirigido un apremiante llamamiento también a los no católicos y a los no cristianos. Alentándolos a acercarse «al abrazo amoroso de Cristo». A reconocer a la Iglesia como su hogar, «nadie está obligado a quedarse fuera, puesto que desde el día de Pentecostés la Iglesia es una y universal». Nuestro enviado especial, Raúl Cabrera, nos cuenta los momentos que han precedido este gran encuentro: En este marco tan especial, el Papa ha saludado a los numerosísimos jóvenes de Oceanía, Asia, Oriente Medio, África, América y Europa:«Estamos juntos en este mundo nuestro como familia de Dios, como discípulos de Cristo, alentados por su Espíritu para ser testigos de su amor y su verdad ante todos». Tras hacer hincapié en su gratitud y cercanía a los aborígenes que le han dedicado una conmovedora bienvenida y compartiendo con la juventud los grandes temas de vital importancia para toda la familia humana, el Papa ha desarrollado una densa alocución inspirándose en las magnificencias de la Creación. Apoyándose en la vista de nuestro planeta que pudo admirar en las largas horas de vuelo, durante su viaje desde Roma a Australia, Benedicto XVI ha recordado que el ser humano es el centro de la Creación. El Papa ha exhortado a los jóvenes a llevar al mundo el mensaje de la esperanza cristiana:«Queridos amigos, la creación de Dios es única y es buena. La preocupación por la no violencia, el desarrollo sostenible, la justicia y la paz, el cuidado de nuestro entorno, son de vital importancia para la humanidad. Pero todo esto no se puede comprender prescindiendo de una profunda reflexión sobre la dignidad innata de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, una dignidad otorgada por Dios mismo y, por tanto, inviolable. Nuestro mundo está cansado de la codicia, de la explotación y de la división, del tedio de falsos ídolos y respuestas parciales, y de la pesadumbre de falsas promesas. Nuestro corazón y nuestra mente anhelan una visión de la vida donde reine el amor, donde se compartan los dones, donde se construya la unidad, donde la libertad tenga su propio significado en la verdad, y donde la identidad se encuentre en una comunión respetuosa. Esta es obra del Espíritu Santo. Ésta es la esperanza que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Habéis sido recreados en el Bautismo y fortalecidos con los dones del Espíritu en la Confirmación precisamente para dar testimonio de esta realidad. ¡Que sea éste el mensaje que vosotros llevéis al mundo desde Sydney!». Benedicto XVI se ha referido a «las heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación y el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable». A las «islas-estado, cuya existencia misma está amenazada por el aumento del nivel de las aguas» y a las «naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras». Lamentando que «la maravillosa creación de Dios es percibida a veces como algo casi hostil por parte de sus custodios, incluso como algo peligroso», Benedicto XVI ha puesto de relieve los logros del ingenio humano, el progreso de las ciencias médicas, la tecnología y el arte. Pero no sólo el entorno natural, sino también el social –el hábitat que nos creamos nosotros mismos– tiene sus cicatrices. Como el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia, también doméstica, y la degradación sexual, presentadas a menudo en la televisión e Internet como una diversión. Hay también algo siniestro que brota de la separación de la verdad con la libertad y la tolerancia. Fomentada por la idea, hoy muy difundida del relativismo. Benedicto XVI se ha referido a los pobres, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen voz, «Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo». Ésta es la exhortación que el Santo Padre ha dirigido en español: Queridos jóvenes de lengua española, la misión de ser testigos del Señor en todos los lugares de la tierra es una apasionante tarea, que exige acoger su Palabra e identificarse con Él, compartiendo con los demás la alegría de haber encontrado al verdadero amigo que nunca defrauda. Que este reto agrande vuestra generosidad. Un saludo muy cordial a todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

invitación a comentar lo publicado. la única restricción está en un lenguaje pulcro, directo, sin insultos ni palabras soeces que dañen la dignidad