Por eso yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón y ella me responderá como en los días de su juventud.
Entre los bellos textos de la Sagrada Escritura, este de Oseas es para mí uno de los más bellos y románticos. Siento que Dios me habla al corazón y lo sigue haciendo aunque yo muchas veces haga oídos sordos a su voz; no se cansa de susurrarme y dirigirme su palabra de amor y misericordia.
Siento que me aparta y me lleva a un lugar solitario como un enamorado más para seducirme y esperar mi respuesta, pero lo hace con tal delicadeza que no me fuerza ni obliga a responder precipitadamente, sino que me da todo el tiempo que necesito para que mi opción por El sea libre y sin coacción.
Su suave voz en mi corazón es como un bálsamo reparador que cura mis heridas, esas heridas que la vida y el paso de los años han abierto y dejado huella en mi carne.
Mi encuentro en la soledad con El, es una invitación a despojarme de todo lo que me estorba, me hiere o impide caminar hacia delante. Es tanto el deseo que tiene de verme feliz que hace lo imposible para hacerme sonreír: las “cosas” de la vida, personas que pone a mi lado, acontecimientos deseados, sorpresas inesperadas, tantas cosas que me hacen exclamar: ¡Señor, cuánto me quieres, cuánto me cuidas, cuánto me mimas! Soy consciente de su constante presencia en mi vida, es como una sensación de plenitud, de sentirme llena por dentro y por fuera.
Es cierto que a veces me embargan sentimientos de soledad y abandono, pero no es más que para que tenga más deseos de su compañía y amor, y lo experimento de una manera tan real que no puedo menos que gritar: ¡me has seducido, Señor! Es una llamada constante y perenne que no deja de instarme a seguirle, pero no por ello me siento agobiada; me deja espacios de libertad para que desde mi propio ser dirija mi vida hacia El.
Toda esta experiencia interior hace de mi vida consagrada una aventura: risas y lágrimas, goces y sufrimientos, todo un mundo de repeticiones y novedades que dan a mi existencia un toque especial de felicidad y abandono en las manos de un Dios que me amó hasta entregarse por mí.
Soy yo, conozco tu vida
con agua viva tu sed saciaré,
soy yo, te busco a ti
le hablaré a tu corazón
ningún mal te abatirá
a tu Dios no deberás temer
si yo en ti escribo mi ley
a mi corazón te uniré
y me adorarás
en espíritu y en verdad.
(transcrito de periodista digital. suplemento religioso)
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