A partir de hoy se realiza en Cochabamba–Tiquipaya, la “Segunda Conferencia Mundial de los pueblos sobre el Cambio Climático y la Defensa de la Vida”. Parecería que los dos temas de la Conferencia no van juntos, pero el papa Francisco nos hace recordar que están íntimamente unidos entre sí. Aunque la Iglesia Católica siempre enseñó e inculcó la necesidad de proteger el ambiente, el Papa, siguiendo los ejemplos de sus últimos predecesores, explica que “la actividad descontrolada del ser humano” (Laudato Si’, 4) en los últimos tiempos necesita una respuesta urgente de parte de todos, especialmente de los que gobiernan, para proteger el ambiente y, en consecuencia, la vida humana.
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 25 de septiembre, el Papa ha notado que cuando abusamos y destruimos el ambiente, nuestra casa común, no sólo dañamos nuestra capacidad de sobrevivir y desarrollarnos como una especie, sino también perpetuamos el proceso de exclusión de los débiles y los menos hábiles. Al respecto, el Papa dice: “Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad” (Discurso ante la Asamblea General). Por desgracia, este proceso de exclusión tiene su fundamento en el pensamiento erróneo de que somos los propietarios y dominadores del ambiente sin limitaciones, del cual resulta un afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material, que intenta justificar cualquier acción que abusa de los recursos materiales disponibles.
Si queremos verdaderamente proteger el ambiente y defender la vida, el papa Francisco nos hace recordar las dos columnas sobre las cuales nuestra casa común debe ser construida. La primera es “una recta comprensión de la fraternidad universal”, que está fundada sobre “el respeto de la sacralidad de cada vida humana”, y la segunda es “la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada”.
Estas dos columnas no vienen solamente del pensamiento personal del Papa, sino que hacen parte de una ley moral inscrita en la propia naturaleza humana. En conclusión, cualquier obra común o política gobernativa que intenta proteger el ambiente, y al mismo tiempo, defender la vida debe encontrar su inspiración y dirección en estas columnas.
En atención al pensamiento del papa Francisco y la dedicación de la Iglesia Católica a la protección del ambiente, una delegación de la Santa Sede participa en la Segunda Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y la Defensa de la Vida.
El autor es Nuncio Apostólico.