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domingo, 31 de mayo de 2009

cerramos el período de Pascua, Resurrección, Ascensión a los Cielos y ahora Pentecostés. tiempo de gracia y oración

 Este mes se despide con la coincidencia de la solemnidad de Pentecostés, con la tradicional fiesta mariana del 31 de mayo. Una buena ocasión para sentirnos cautivados por el modelo de la Virgen María, "Esposa del Espíritu Santo", que ha sido la criatura humana que con mayor docilidad se ha dejado moldear y conducir por el Espíritu de Dios.

            Nuestra fe católica afirma que la tercera persona de la Santísima Trinidad procede del Padre y del Hijo. Con profunda veneración, constatamos además que la presencia y la intercesión de María en el Cenáculo fue providencial para que los Apóstoles recibiesen el don del Espíritu en el primer Pentecostés de la era cristiana. Dios ha querido que el mayor de sus dones, el Espíritu Santo, tenga a María por "madrina", al igual que el resto de las gracias del Cielo.           

            El Espíritu Santo, plenitud de la obra de Cristo 

            Para que nos demos cuenta de la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, nos puede ayudar el reflexionar sobre las palabras de Jesús en el Evangelio de San Juan: "Os conviene que yo me vaya, porque así vendrá a vosotros el Espíritu que viene de mi Padre" (Jn 16, 7). Dicho de otra manera: ¡hemos "salido ganando" con la Ascensión de Jesús a los cielos, porque fue compensada con creces en la venida del Espíritu Santo! En efecto, sin la acción del Espíritu Santo no habríamos podido conocer en profundidad a Jesucristo: "Pero el abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo" (Jn 14, 26

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